Vicente Verdú
Hoy, enteramente.
Hoy sin complejos
ni restos de insectos
el cuerpo
se presentó
pulido y enjabonado,
luciendo
sin asperezas,
sin razones, ni excrecencias,
sin dolor ni argumentación.
Limpio o exento
de brozas
como una esmerada
terminación.
Renovado
para la iniciación
de otro posible
estreno
tras la cuenta saldada
ayer o esta noche
o en el secreto
de los días
sombríos e
infectos.
El cuerpo
liberado
del crédito
patológico
Satisfecho en sí.
Orondo, redondo
desasido
de deudas.
Coronado como un
rey del equilibrio.
Cero de penitencia,
cero de piedad,
la salud tras el pago
entregado hasta el céntimo
de la avaricia de la enfermedad
policiaca, tenaz.
Saldada la prisión,
de pesos y medidas.
El bulto tormentoso,
ha parecido retirarse
mansamente y
sin gemir.
Ha remitido
sin decir nada
resbalando
hasta borrar el cerco
de su acoso.
Sin aullido,
sin convulsiones
sin condiciones
ha venido a anular
su asedio sin piedad.
El lugar, la carne,
la cabeza del fémur,
el cerebelo, el trocánter
se muestran ahora
como un redondel cabal,
patio baldeado,
muros enjalbegados,
piedras lucientes.
El corazón recobra
su cadencia
de oro puro
como un Baume &Mercier
del escaparate
en Vendôme.