Vicente Verdú
La injusticia
hervía
sin mente alguna
El mal
lamía la sangre
sin asomo de sed.
El dolor
se ensañaba
en las entrañas
sin advertir
su dentellada.
El enemigo
nos desprecia
sin contemplación.
Sin contemplarnos
la desventura
nos cocea.
Nos fractura
el barranco
seguro
de su honradez.
Nos mueve
al insomnio
una molécula
que, en absoluto,
oye o ve.
No nos ven y,
sin embargo,
nos matan.
No nos tienen
presentes y
por su ausencia
aullamos
hasta el suicidio
voraz.