Vicente Verdú
Un médico llega a tener tanta influencia sobre el paciente (el "pasiente") que más allá de dictarle como una sentencia el diagnóstico y prescribirle los posibles remedios, es capaz de imbuirle un estado de ánimo principal en función del trato que le concede y del buen o mal momento que comparten durante la consulta. De este modo el enfermo sana o empeora inmediatamente Se siente optimista o derrotista en un instante. Por ese poder el médico, figura de superlativa jerarquía, actúa -consciente o no- con los poderes de un semidios. Un intermediario oficial entre la vida y la muerte, el dolor y la curación, la felicidad y la desdicha. La enfermedad parece ser algo independiente del doctor pero siempre depende su recreación, más o menos, de las palabras con que la descubre y la presenta "el facultativo". Facultativo o facultado, de facto, para todo lo mejor o lo peor del constante temblor que comporta la supervivencia.