Vicente Verdú
Simultáneamente, mientras en la Galería Moriarty de Madrid se exponen la última obra de Santiago Picatoste , la Fundación ICO tiene en marcha una muestra titulada !A vueltas con la maldita pintura!
Visto, en fin, el hartazgo general que nos domina, ¿nos hemos hartado también la pintura. O mejor, ¿hemos logrado hastiarnos de ésta y otras muchas cosas y en consecuencia vivimos una liberalización general del mundo más que su esclavitud?
Llegará un día, tal como van las cosas de la Gran Crisis -supuestamente improductiva- que la absoluta hartazón será la característica de nuestro tiempo. Y ya no, a estas alturas, como efecto de una comilona desbordante, sino como consecuencia de sus sucedáneos con conservantes, aditivos colorantes. Todos ellos sobrecargando un presente ahíto y vacío. ¿Cómo no desprenderse, pues, de este pegajoso malestar y aspirar a un porvenir sin las deudas del pasado?
¿Pintan los tres chicos que componen la muestra de ICO (comisariada por un veterano Juan Ugalde)? No es seguro: más bien garabatean. El arte nos daba de comer, aunque fueran en pequeñas porciones, espíritu fino pero ahora tiende, progresivamente, a dejarnos en ayunas, cuando no a enfermarnos.
Ambas exposiciones no tienen una actitud común. La de la Fundación ICO parece decir "adiós a todo esto" mientras la de Picatoste es toda una ambición para que "el esto" no se acabe.
En ambos casos, sin embargo, la pintura tiende a desvanecerse. Tiende a ser tachada como en los mamarrachos de las guarderías en una sala que reproduce ICO y tiende a transmutarse en músicas electrónicas dentro de las ralas salas de la Moriarty.
En un y otro caso, tan distintos, lo significativo es que la pintura/pintura no interesa ya como tal. Irá pues a tener razón Jonathan Brown cuando declaraba que el arte terminaba con Goya? Claro que no. Claro que no.
Pero ¿quién no es consciente que en la literatura o en los negocios, en la política o en el toros nos hallamos en el ocaso de una época? Cualquiera que pensara o sintiera lo contrario, no formaría parte cabal de nuestro tiempo.
Como también, cualquiera que negara el valor del cuadro pintado sobre lienzo y con materiales clásicos, sería, en mi parecer, un memo. Pero caben en esta tesitura de la Gran Crisis varias opciones. Una, más propia de los jóvenes de ICO es mandar a paseo este desfile de pintores tan enriquecisos como carcamales de los años ochenta o noventa. Y otra, más propia de adultos, pintores cabales y trabajadores del oficio, es la que representa Santiago Picatoste. Santiago Picatoste o su brillante espíritu picapedrero en busca de luces entre las quiebras, los despidos y las piedras.
Quien visite ICO, cerca de la plaza de las Cortes, saldrá sacudiéndose el polvo de aquello que fueran sagrados pigmentos de las vanguardias y sus reminiscencias. Quien salga, sin embargo, de la Moriarty experimentará la realidad de que la pintura, a través del net-art ha dejado de ser un material que mancha y ha mutado en cristales (Crystallized, es su título), donde su plasma forma ya parte de lo audiovisual y su disfrute no es tanto la composición como el "efecto".
Si el cine busca sobrevivir en los efectos especiales", ¿por qué negarle esta oportunidad al cuadro? No se toca. El cuadro se ve, consterna, se contempla y pasa.
la "pinturas malditas" en ICO son pinturas tachadas. Pero las pinturas de Picatoste son, todavía, pinturas semibenditas. Las primeras se producen para dejar condenado y vacío el solar de la pintura. Las segundas para pavimentar ese vano suelo, de superficies tan atractivas como inaprensibles. Bellas pero, sin querer, impenetrables.
La pintura danza en una y otra exposición con vuelos inversos pero sin porvenir alguno. El primero estrella los restos de pintura contra el pavimento, la segunda la hace planear sobre la superficie de pantallas ajenas. ¿O dónde está el lienzo, el pincel, la materia?
En ambos casos se comparte, aun de modo distinto, el último interés por la pintura. En el primer supuesto es para negar cínicamente su interés. En el segundo, es la inocente exasperación por recobrar el interés de aquello que tanto quisimos los amantes más devotos y viejos.