
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
Habrá que descifrar esta decisión española de propinar una sonora bofetada a la OTAN con la salida de las tropas españolas de Kosovo. Se produce pocos días antes de la cumbre del 60 aniversario, que se celebrará en Kehl, en la frontera franco-alemana, y justo cuando la Asamblea Nacional francesa aprueba el último paso para la reintegración en los comités militares de los que todavía estaba ausente. Con la primera legislatura de Zapatero tuvimos un desaire en dirección a Washington, no tanto en la salida prometida de Irak, cuanto en su precipitación y en el llamamiento después a abandonar a Estados Unidos. Con la segunda tenemos otro desaire pero en dirección a Bruselas.
Aparentemente hay que buscar los motivos en la situación anormal que significaba participar en la misión de la KFOR sin reconocer al nuevo Estado kosovar. España ha tenido trece meses para retirarse debidamente, siguiendo los protocolos de consultas entre aliados. No tan sólo no lo ha hecho sino que ahora ha optado por esa segunda espantada, con el aplauso, todo hay que decirlo, de los tendidos de derecha y de izquierda. Es de lo más curioso el amplio consenso español respecto a mantener con Kosovo la misma posición que Grecia, Rumania y Eslovaquia, los otros países de la OTAN que no han reconocido al nuevo Estado, como si tuviéramos una soterrada vocación que nos acerca a los países balcánicos, tan separatistas ellos, a la hora de poner en alerta nuestros sensores antiseparatistas.
Recordemos toda la retórica acerca del antecedente kosovar en los meses previos a las elecciones generales. Desde el Gobierno español llega el mentís a cualquier relación con el traslado del esfuerzo militar, en dinero y en soldados, a otro escenario, ahora mucho más serio y crucial en la escena internacional, como es Afganistán. Ojalá este mentís sea un mero señuelo para despistar y esta vez la potencia media europea que es España pueda echar una mano seriamente a Estados Unidos en la resolución del gravísimo rompecabezas de Afpak (Afganistán-Pakistán), que es donde se juega la seguridad mundial para los próximos años. Si fuera este el móvil de la jugada, habría que dar por buena la salida, porque podría servir incluso para reforzar el debilitado papel que la OTAN tiene asignado en el país asiático. Si no es así, y todo hay que explicarlo en clave de sostenella y no enmendalla, habrá que decir que la cosa es entonces mucho más grave e inexplicable.
No voy a repetir hoy los argumentos que aconsejaban hace algo más de un año el reconocimiento de Kosovo. Es cierto que la situación sobre el terreno no ha mejorado, pero tampoco ha retrocedido, y que ni una cosa ni la otra obligan de nuevo a la precipitación en la salida. La noticia se ha conocido, por boca de la ministra de Defensa, Carme Chacón, cuando nueve comunidades autónomas, entre las se incluye la capital, están en pleno puente de San José, uno de esos momentos para lanzar de forma calculada determinadas noticias. Decía que habrá que descifrar la decisión, pero también pedir explicaciones. Uno de los mayores defectos de los que puede hacer gala un Gobierno es eludir el escrutinio detallado de la opinión pública.