Jean-François Fogel
Hay que leer el blog de Yoani Sánchez hoy y mirar la fotografía de la máquina de moler derechos que reproduzco. Hay que leer también, al final del post de Yoani, las dos hojas de la planilla (1 y 2) que los cubanos rellenan en búsqueda de un permiso de salida. Pienso mucho en Yoani en este momento. Es la persona que más impacto tiene, a través de su blog para contar fuera de Cuba el estado de ánimo de los que viven adentro y los procesos de sus pensamientos. Yoani es una clave en la exportación de la cultura cubana. Necesitamos su visita.
Pero existe, claro, el viaje contrario: la importación a Cuba de lo que se sabe, se vive, se pregunta afuera. Un claro ejemplo de esto es el libro de Rafael Rojas El estante vacío (Anagrama) sobre la literatura y la política en Cuba. Es un libro complejo, a veces un poco hermético, que se pierde en el camino y que resulta ser una obra imprescindible. Rafael Rojas, es un historiador y ensayista cubano exiliado que ocupa una posición clave para los que intentan pensar Cuba desde afuera. Como tal, tarde o temprano, tenía que preguntarse sobre la consecuencias de la división tan violenta entre Cuba y su exilio en lo que tiene que ver con la circulación de los libros. Medir el peso de lo excluido, el volumen de lo borrado es una tarea imposible. No le importa a Rafael Rojas que llega a definir la lista de los 70 libros no leídos en la isla. Conocemos listas de libros más vendidos. La de Rojas es algo terrible, algo como lo mejor de lo que habría podido ser pero nunca fue.
He dicho que el libro se pierde en el camino. Es cierto, pero es un camino sabroso con estaciones apasionantes. El análisis de la soberana, el recuerdo del intento de disidencia filosófica del grupo Paideia, la descripción del abanico de la censura cubana (interdicciones, silencios e invisibilidades) son momentos de una inteligencia aguda. Se rescatan (si hay que rescatar) a grandes figuras del pensamiento liberal como Fernando Ortiz o Jorge Maach. Se recuerda las tres categorías definidas por Abel Prieto, escritor mediocre, por no decir incipiente, entonces presidente de la Unión de Escritores y Artistas Cubanos (ahora él es ministro de cultura), para clasificar a los escritores: cubanidad, cubana y anticubana. Al final, es un libro que da mucho para entender aquella idiosincrasia de los intelectuales cubanos: el afán por definir a su país, pues es una tierra que sus dirigentes mantienen apartada de intercambios normales. Pero hay que notar el único fallo del libro: el estante vacío no está solo en Cuba. También, afuera, falta algo y no llena el estante con una inteligencia exportada desde la isla. Es lo que corresponde, por ejemplo, a la visita esperada de Yoani Sánchez.