
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
Rusia cierra el grifo del gas para Ucrania. Daniel Barenboim dirige por primera vez el concierto de Año Nuevo en la Musikverein de la Viena, el espectáculo más previsible y más seguido del mundo. Siguen todas las guerras. Especialmente la nueva con que se despide el año. Un principio cualquiera como un día cualquiera. Una pareja singular, Bill y Hillary Clinton, enfundados en abrigos de pieles inauguraron el período en curso en Times Square, al lado del alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg. Es todo un principio para la era que se avecina. Tengo recortado desde hace unos días un artículo sobre Samuel Huntington en el que se asegura que Estados Unidos se halla frente a tres caminos, el cosmopolita, el imperial y el nacional. "Huntington no hizo ningún secreto de su propia preferencia: una nacionalismo americano ‘dedicado a la preservación y el refuerzo de las cualidades que han definido a América desde su fundación’". Y sigue: "Su sólido sentido de la realidad no tiene paciencia con la globalización de la era de Clinton". En la fiesta de Times Square los Clinton bailaron al son de ‘Imagine’, himno de la nación global, y de ‘New York, New York’ con la voz de Sinatra, himno de la capital también global. La era que empieza no puede jugar la partida de Huntington y la gran ciudad americana, la ciudad, lo ha visto un año más.
Extraña estampa esa de los Clinton bailando en el frío de la encrucijada más famosa: la del tiempo del año con el espacio de las esquinas de Broadway con la Séptima. Todo lo que se respira no es precisamente para arrancarse bailando. El primer día del año el New York Times dedica un editorial al frío ya sus consecuencias sobre las familias que se han quedado sin casa como consecuencia de la crisis hipotecaria (el probablemente mejor periódico del mundo no falta a su cita con los lectores en día tan destacado). Viene un año duro. Sobre todo para algunos. (La construcción, el automóvil y la prensa, para entrar en detalles). Pero por unas horas parece que todo se pasa un poco bailando. El imperialismo y el nacionalismo de Huntington resuelven estos temas de otra forma. El cosmopolitismo, el Hombre de Davos, en cambio, lleva el relativismo hasta la inconsciencia, murmura la voz desde esa nueva caverna hostil al futuro. "La cultura del Hombre de Davos -así reconocido por el lugar de reunión de la élite global- está desconectada de la llamada del hogar y de la tierra y del territorio nacional", dice el artículo.
Este año la reunión de Davos, a finales de enero, tendrá a la crisis como tema estrella y al nuevo presidente Obama como foco de máxima atención. No se le espera en la estación de esquí suiza, pero lo normal es que acuda un grupo importante de sus colaboradores. Quiero reproducir aquí la consideración que merece Obama a otra personalidad política interrogada a este propósito. "Es el final de una era?, ¿de su era ( de usted)? ‘No. Es la prueba de que el sueño americano todavía existe por mucho que algunos se empeñen en decir que la crisis ha acabado con él. Obama es una persona de raza negra que ha llegado a ser presidente de los EE UU, lo que es un cambio extraordinario para ellos". Más: "¿La victoria de Obama? ‘Un exotismo histórico, un previsible desastre económico’".
Huntington escribió en su último libro "sobre el Credo Americano y su erosión entre las élites. Sus elementos centrales son la lengua inglesa, el cristianismo, el compromiso religioso, los conceptos ingleses de imperio de la ley y de los derechos individuales, derivados según su opinión de ‘la diferente cultura anglo protestante de los primeros colonizadores de América en los siglos XVII y XVIII". Pero Huntington ha muerto, Keynes regresa, Obama será pronto presidente y el año arranca sin piedad alguna para todos nosotros.
(Las citas son de Fouad Ajami en The Wall Street Journal de 30 de diciembre y de José María Aznar en Vanity Fair en español de enero de 2009. No puedo poner ahora los enlaces. Lo siento.)