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Madeleine y el auge del triller

Por 17 de diciembre de 2008 Sin comentarios

Vicente Verdú

¿Está muerta o viva Madeleine? ¿La mataron sus padres o unos seres extraños? El centro informativo del verano coincide con el reino de la incertidumbre. Y no debido al caso Madeleine que ha comprometido a todo el planeta, desde el Vaticano a Beverly Hills, sino por la cadena de situaciones clave coronadas por la cresta de lo incierto.

El riesgo terrorista, el riesgo de los virus misteriosos y las epidemias globales, el riesgo de las catástrofes  y del cambio climático, del crimen organizado o de la inmigración sin tasa, constituyeron el núcleo duro de la información a finales del siglo XX y  primeros años del XXI. Una sociedad de riesgo, dijo Ulrich y el pasivo desfile de sus seguidores.

El riesgo contribuía a mantener a la gente encogida y a promover  leyes que reducían derechos individuales. El riesgo brindó coartada al control policial, dio franquicia a la detención sin habeas hábeas, a las prisiones de Guantánamo, las invasiones militares y las numerosas torturas.

Junto a este patrón,  todavía vigente, va alzándose, sin embargo, el inaugurado modelo de la incertidumbre. Si el nuevo tsunami o el nuevo atentado suicida tiene aún su ley en la confirmación del riesgo,   el interés y energía mediática del caso Madeline y otros muchos encuentran ahora su raíz en la incertidumbre. El tedioso PNV halla su animación en la dimisión de Imaz y la consecuente incertidumbre, la tabarra del seleccionador nacional de fútbol cobra interés por la incertidumbre sobre  su continuidad. Finalmente, si la economía recupera la plaza central en los tratamientos diarios no es por su formidable auge o su gran desplome sino por la incertidumbre. ¿Sólo casualidad?

La casualidad forma parte también de la incertidumbre y así como los biocombustibles contribuyen a incrementar el interés (y el precio) de los cereales por su empleo creciente como fuente de energía, la necesaria producción de noticias vibrantes para alimentar a los colosales grupos multimedia explica el creciente valor de la incertidumbre. El riesgo lleva a la reclusión pero la incertidumbre estimula la demanda de información.

Nada más fecundo para la información que la expectación. Ahora, los medios tratan de amanecer cada día teniendo algo incierto a que aludir.  La realidad que previamente había perdido su carácter de proceso  y se comportaba a sacudidas mediante el modelo del accidente, empieza a remodelarse hacia la tipología del serial en donde cada capítulo  acaba sin resolución, remitiendo a la siguiente entrega y a la manera de un thriller.

El riesgo repetido agota, tal como sucede con las pesadas  noticias sobre Irak al punto de que lo nuevo no consiste ya en la bomba suicida o el tsunami, sino en la incertidumbre de lo que podrá sobrevenir a partir de haber sembrado otras incógnitas.

Y no tan sencilla esta reestructuración del sector. Producir noticias de guerras, desastres y subidas del precio del crudo, fue  incomparablemente más sencillo que componer suspenses. Y no cualquier supense sino constructos ejemplares que, o rinden durante  semanas gracias a su riqueza interior o bien se engarzan en unidades de menor  duración pero listas para  la oferta diaria.

Significativamente, por ejemplo, ninguno de los fichajes veraniegos del Real Madrid se presentó de un golpe sino por secuencias que seguían inciertas al final de cada jornada. Y,  paradigmáticamente, el caso de Alves redondeó la nueva época basada en la intensa introducción de la incertidumbre.

Casarse o no casarse, viajar a las Antillas o las Cíes, comer esto o aquello, vivir en la ciudad o en el extrarradio, votar a unos u a otros, comprar o alquilar, la duda siempre ha estado presente. Pero la incertidumbre mediática significa mucho más. Califica la época, da categoría a la imprevisión, legitima la improvisación, concede autoridad al desmentido, dignifica toda ignorancia, descompone, en suma, la realidad para acercarla al capricho de los dioses y, deshace al sujeto de sus compromisos, en  espera continua de un Godot ideal que no terminará de llegar nunca.

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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