Vicente Verdú
Sostenía Baudrillard que existían varias fases del valor. Hay una fase natural del valor de uso, una siguiente fase mercantil del valor o valor de cambio, una tercera fase estructural del valor-signo; y a estas tres fases se añade en el siglo XXI la fase fractal del valor. Las cuatro fases coexisten con mayor o menor grado, según el discurrir de la Historia.
A la primera fase correspondiente al valor de uso, el objeto adquiría su valor en función de su utilidad. Se trataba digamos, de objeto-herramienta, valorado por su función estricta. En la segunda fase o fase del valor de cambio el valor se determinaba de acuerdo a la oferta y demanda de la mercancía, independientemente de su utilidad, tal como representan las piedras preciosas o, en general, los bienes de lujo. En la tercera fase o fase del valor signo, los objetos adquieren carácter significaciones que marcan la identidad social o personal del sujeto, son "marcas".
Finalmente, la cuarta fase del valor es la correspondiente a la naturaleza fractal del valor que se desarrolla a través del fenómeno de la superespeculación o metástasis del valor: cada objeto con valor es un espejo de valor que refleja el valor de otro espejo de valor y así sucesivamente tal y como ha venido a ocurrir con los derivado financieros cada crecientemente sofisticados. En esta fase fractal -o viral- el valor irradia en todos las direcciones, se extiende sin referencias que lo limiten, se propaga como una epidemia de valor a la manera en que se han ido produciendo los contagios tóxicos por todos los ámbitos económicos del mundo. Más que valor, sólo existe "epidemia del valor", proliferación y dispersión aleatoria e incontrolable del valor, arbitraria, devastadora, terrorista.