Rafael Argullol

Delfín Agudelo: Te refieres sin duda al personaje de Calvino.
R.A: Me refiero a uno de los personajes a los que tengo más simpatía de la literatura contemporánea. Una invención genial de Calvino, aunque sólo sea por el hecho de imaginar que vivir encima de los árboles -como era un personaje que en un momento determinado, en la adolescencia o primera juventud, se rebela contra el mundo que transcurre a ras de tierra, y se refugia en lo alto de los árboles -es precisamente imaginar algo de nosotros mismos, algo que forma parte de nosotros mismos. Esa rebeldía del Barón Rampante le lleva de alguna manera a no compartir ninguna de las leyes, de las intrigas pesadas que se dan en el mundo que transcurre a ras de tierra. Por decirlo en términos zoológicos el Barón Rampante, gracias a su perseverancia en las ramas, evita los pensamientos y las convicciones de reptil, de los que se arrastran por el suelo, y al mismo tiempo a lo largo de toda su vida sigue defendiendo toda una serie de ideales y purezas que seguramente, si hubiera descendido a tierra, hubiera sido muy difícil que hubiera mantenido. Es verdad que hay un utopismo, una clara característica utópica de esa posición, pero creo que a través del Barón Rampante Calvino nos venía a decir que si la presencia constante del aliciente del deseo, de la utopía, la vida en la tierra sería una servidumbre insoportable.