Vicente Verdú
En el principio, mundo y yo, creándose mutuamente, forman un absoluto total tan inexorable como deshabitado. Porque tal como ha demostrado la física moderna y confirma el paradigma hologramático en toda la ciencia la percepción y lo percibido, lo percibido y la percepción son parte de un continuo que se comporta como una tinta desleída en el agua. En ese movimiento el yo se deshace o se liquida. Es precisa la asistencia de alguien más para que la dialéctica deje de ser un desleimiento y se convierta en más que una laguna o un espejo, un fluido o una débil aleación.
Efectivamente no hay preexistencia del espacio ni preexistencia del tiempo, no hay universo antes de nuestra contribución de manera que la concreta realidad del yo, el yo sólido, se encuentra necesariamente unido a la imagen del mundo que se realiza y brota simultáneamente ante la presencia del yo. De esta fórmula se deduce que la soledad se sienta como un veneno casi letal y en su constatación se pruebe el sabor del caos. Hace falta alguien más para que la escena persista, se mueva y no colapse.
De este modo, la falta de relación con los demás equivale a dejar de vivir. La muerte anida en el vacío de la desunión o se posa en la oquedad de una ausencia. El mundo sólo conmigo se borra sin figura ni destino.
Gracias al amor de otro, a la amistad con otro se tiende, en cambio, un lienzo que anula el caos, se crea como una red que protege del barranco y amanece también una medicina que invita a producir, crear y multiplicar los lazos. De todo este proceso hay incontables ejemplos en el arte, en los media, en la economía, en la ciencia, en las teorías de la física cuántica y en las investigaciones positivas de la neurobiología. Existimos en cuanto seres embolicados, insertados, enredados. La crisis es la rotura progresiva de la confianza amorosa, la paradójica liquidación de los cuerpos amantes por la escasez de liquidez. La desaparición del futuro por exceso de desconfianza. La morbosidad de la atmósfera por efecto del virus del miedo, la plaga de la quiebra, la quiebra o la morbilidad.