Rafael Argullol
Delfín Agudelo: Me parece muy interesante la asociación entre ociosidad y carnaval: el espacio vital de ocio sumamente importante para contemplar la fiesta como ese espacio en el cual me sitúo en la periferia con el permiso absoluto de hacerlo, porque estoy de fiesta. Esto no lo haría bajo otras circunstancias, y creo que por esto mucha gente le tiene miedo a las cenas de empresa: se alteran todas las categorías, y todo el mundo está bebiendo de la misma botella.
R.A.: Sí, eso es cierto. Pero lo que es tremendo es que está perfectamente regulado. Es tremendo que en nuestros días está regulado de la misma manera que en la época feudal era el propio señor feudal era quien regulaba los días en que el pueblo hacía sus bailes y fiestas, que eran completamente necesarios para que pudiera haber una expansión de los siervos, perfectamente regulados. Muchas incluso de nuestras fiestas actuales proceden de estas regulaciones. En nuestros días esa especie de carnaval de fin de semana, o el hedonismo democrático y masivo en el que está inmersa la humanidad, está perfectamente codificado, hasta el punto que los países donde el capitalismo ha llegado a un mayor refinamiento, como por ejemplo Japón, esa especie de expansión carnavalesca, monstruosa, a través de la cual el trabajador productor, consumidor rompe las fronteras de su propia cotidianeidad y se lanza a supuestas libertades hedonistas, es algo que está programado para la propia persona, programado con horarios estrictos. Eso nos puede parecer extremo pero sucede también en la mayoría de nuestras ciudades. Nosotros tenemos regulado de una manera muy hábil todo lo que son esa especie de carnaval que sirve para potenciar el propio orden de la sociedad.