Rafael Argullol
Delfín Agudelo: ¿Viste acaso el espectro representado por Caravaggio?
R.A.: Sí. Pero la cabeza cortada de Goliat no es solamente pintada por Caravaggio sino es como si Caravaggio se hubiera mirado al espejo porque se autorrepresentó en esta cabeza. Es un viraje interesantísimo que también puede contarnos sobre los cambios que se producen en el barroco que Caravaggio está representando con respecto al renacimiento. La querencia renacentista por el personaje David es cambiado en el caso de Caravaggio y otros artistas barrocos por la atracción por el derrotado y degollado Goliat. El ejemplo preciso es Caravaggio, hasta el punto de identificarse con él. A mí esta identificación me parece interesantísima, que realiza no una sino varias veces, porque en ella se pone de manifiesto también que ese maravilloso pintor lo tenía muy asumido. Y era el papel sacrificial del artista frente al equilibrio o serenidad armoniosa que en general defiende el artista renacentista. El artista barroco introduce un juego mucho más dramático de luces y sombras, en el cual en cierto modo someterse el propio artista al ser la víctima, a ser sacrificado en aras del arte, se convierte en un juego habitual. En ese sentido Caravaggio tiende en su obra a mostrar un violento masoquismo, espléndido desde el punto de vista pictórico y visual -no olvidemos que es Caravaggio quien lleva más lejos esa iluminación interior de los cuerpos propia del barroco-, pero que en su caso se manifiesta sobre todo en las pinturas de los últimos años, que es cuando adopta fundamentalmente la máscara de Goliat. La pintura de los últimos años adopta una casi insoportable tensión dramática, sacrificial, que nos puede hacer llegar a la conclusión de que el artista sólo llega al final de la obra si es capaz de arrojarse en esa misma obra y en cierto modo si es capaz de extinguirse en ella.