Rafael Argullol
Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, me ha parecido ver el espectro vacilante del Golem.
Delfín Agudelo: ¿Te refieres al Golem de Gustav Meyrink?
R.A.: Me refiero fundamentalmente a la recreación final que hizo Meyrink, aunque en general es su figura como tal que me ha causado mucha atracción. Antes de leer su novela tenía ya conocimiento por los estudios que había hecho Scholem, el gran cabalista, y posteriormente con la lectura de la novela de Meyrink que considero una de las principales novelas expresionistas, sino la mejor. En el caso de esa transición me parece muy interesante ver cómo lo que parece en principio una creación mítica y simbólica de la tradición esotérica y hermética judía a través de la cábala -que tiene toda una tradición que surge de la Europa medieval y va atravesando los siglos-, finalmente es recogida a principios del siglo XX y se convierte en una criatura aparentemente viva que deambula por las calles del ghetto judío de Praga. Meyrink consigue crear una enorme tensión alrededor de las apariciones de esa criatura y de su influencia en medio de la colonia judía; pero lo magistral en la obra es que finalmente el Golem deja de ser puramente lo que era en la tradición cabalística para convertirse en una criatura presente en todos nuestros sueños y pesadillas. El Golem se convierte en un caudal universal del cual todos participamos y que al mismo tiempo participa en todos nosotros. Esto es lo verdaderamente turbador de la novela en la aparición moderna y contemporánea: no es una pura abstracción propia de lo que sería una invocación cabalística sino que es una real incantación de las pesadillas del hombre moderno.