Vicente Verdú
Una corriente a favor de la intuición, la emoción, el instinto o el golpe de vista ha dado la vuelta al lema de "las apariencias engañan".
Las apariencias, a las que se atribuía el engaño, han venido a ser la manera más cierta de conocer la verdad. Por la impresión o el impacto se decide la compra o la adhesión consumidora. Pero también, según la neuroeconomía, inversiones de mayor categoría. De la misma forma, en la selección de candidatos para casi cualquier actividad, la entrevista personal de unos minutos decide con más fuerza que otros contrastes objetivos.
La subjetividad o, mejor, la capacidad de transmisión positiva del sujeto abre las puertas. Así, frente al mundo dominante de la técnica de hace unas décadas, asciende la importancia del sector personalista.
Las personas en el sector servicios, cada vez más amplio y determinante, ganan valor. Casi todas las mayores novedades tecnológicas se producen en las comunicaciones interpersonales y, cuando no es así, se refieren a la biología o la medicina que atiende también directamente a sus vidas. El objeto es el sujeto. Y el sujeto se manifiesta ahora, especialmente, en aquello que no procede de la razón o la reflexión, sino de la emoción y la inmediata reacción. En el supuesto claro está de que estas alternativas no lleguen a ser, en breve, partes de un concepto único.