Vicente Verdú
La salud es la base de la creación, de la acción y del carácter. O, al menos, del carácter aplicado.
Una gran mayoría de nuestras conductas y comportamientos, nuestras palabras y nuestros enjuiciamientos, correlacionan circunstancialmente con nuestro grado de bienestar personal y dentro de él, con el bienestar orgánico que termina convertido en un fundamental "punto de vista".
Las personas cambiamos de parecer sobre paisajes, personajes y viajes, en buena medida según nuestro estado físico y es una obviedad que el avinagrado se conduce agriamente a partir de sus secreciones internas como también para ser solícito es preciso que la energía interior circule suficientemente bien.
Cualquier visita, paseo, película o programa de la tele es diferente a través de un receptor fatigado o no. El programa es el dato fijo y el sujeto la variable. De este modo, todo empeño en mejorar la salud se relaciona directamente con perfeccionar las oportunidades de felicidad. De la salud personal deriva la salubridad óptica del mundo y su contemplación positiva sigue esta misma dirección.
Los amables aspectos de una visión aumentan y las figuras rehundidas aparecen como susceptibles de volver a flotar y lucir. No hay optimista sin buena salud como no hay pesimista más tenaz que el del achaque crónico. El cuerpo nos significa y nos indica, el cuerpo nos lleva y nos introduce en la intelección y acaba siendo en la encrucijada el juez ecuánime o no, el animal bondadoso o la fiera de cuya desazón deriva el desgarro de sí o del otro. La funesta negación de las ocasiones propicias, la denegación de oportunidades, el rencor casi constante se proyecta sobre el análisis de la coyuntura y de la propia estructura. Toda perspectiva pictórica depende así no sólo del ángulo escogido sino de la misma luz del ojo que dirime. Tanto el ángulo torcido como la claridad adolorida condicionan el espíritu y la vida del cuadro. Con mala salud se puede crear pero no hay creación enferma que en primer lugar, como debe ser, premie con gozo a su demiurgo.