Vicente Verdú
No hay camino más desesperado que el que conduce a la perfección. Una perfección inalcanzable puesto que su meta se encuentra no en el conjunto de la obra sino en la exactitud de los detalles. El conjunto puede lograr un efecto impresionante pero donde en realidad habita la excepcionalidad de la obra es en donde su efecto no se ve. Ni siquiera se advierte, ni siquiera presta un servicio decisivo al espectador común. El detalle se dirige al ojo definitivo del gusto y en esta exigencia el detalle se expone ante el requerimiento atento de un juez o un carcelero. El artista es así el vulnerable reo o el potencial prisionero de los detalles. El conjunto puede coronarlo ante el público pero el detalle lo absuelve o lo condena ante la Historia. De esa sentencia, que podría parecer menor, se obtiene de manera absoluta la grandeza del artista. La categoría superior procede de lo, en apariencia, subsidiario. Este es el complejo sortilegio de la Gran Obra. La gran talla del artista deriva finalmente del detalle.