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Negocio para viudas

Por 9 de julio de 2008 Sin comentarios

Xavier Velasco

Nancy es una mujer como tantas otras. Viuda y desamparada, debe aplicarse a fondo para sostener a los suyos. Ello incluye aceptar la inminencia de riesgos y peripecias cotidianos, como vivir un poco a salto de mata y eventualmente verse obligada a prender fuego a su propia casa. Cualquier cosa con tal de sostener el negocio familiar, que en el primer descuido bien podría venirse a pique, con todo y la esperanza de sus seres queridos. Nada conmovedor, a fin de cuentas, si tomamos en cuenta que es un negocio tan ordinario como lucrativo. Otros en su lugar usan pistolas y pistoleros; Nancy tiene un encanto personal que la hace ver desprotegida, frágil y apetitosa, de manera que nadie se atreva a suponer que su oficio consiste en proveer a su comunidad de marihuana.

     Weeds, se nombra la serie. Lleva tres temporadas y ya inició la cuarta, si bien su difusión es limitada. Para verla en el territorio mexicano, donde los traficantes de drogas no pueden aspirar a tanta fotogenia, es preciso comprar los dvds o suscribirse a larga distancia y plantar tres antenas de diversos tamaños en la azotea. Gracias a ellas, cada semana asisto a la vida de Nancy con una honda codicia de risotadas. Hoy mismo, mientras vuelo hacia el sur del continente justo cuando se está transmitiendo el capítulo cuarto de la nueva temporada, me tranquilizo bajo la expectativa de que la lluvia no haya echado a perder la señal y Weeds se haya grabado como Dios manda. A estas alturas, antes puede faltarles el material didáctico a los clientes de la buena de Nancy a que uno se quede un lunes sin Weeds.

     Es de creerse que si Weeds se transmitiera en México, pocos ingenuos tomarían en serio esa guerra a las drogas que por lo visto las leyes norteamericanas preferen librar en otros territorios. ¿O es que alguien se interesa en refundir en la cárcel a una pobre viuda y arrebatarle su modus vivendi? Capítulo a capítulo, Nancy Botwin va reduciendo las aristas de su ingenuidad y relajando esos viejos conceptos según los cuales ciertas cosas no deberían hacerse. ¿Cómo evitar entonces relajarse con ella uno mismo, si lo que menos quiere es que la atrapen y hasta se alegra cada vez que las ventas se elevan y la ve celebrarlo con la satisfacción del deber cumplido? Weeds es de esos programas indispensables que hacen de cada televidente un cómplice.

     Hasta el final de la tercera temporada, cada nuevo capítulo permitía una diferente banda sonora, con la misma canción –Little boxes, se llama- interpretada cada vez por diferentes músicos. Asistimos después a la vida cotidiana de Agrestic, una comunidad californiana donde ya se iniciado el proyecto de convertirla en un fraccionamiento nombrado Majestic. Nancy, con sus dos hijos y un cuñado más o menos disfuncional, va haciéndose de proveedores y clientes, amparada por esa bendición celestial que en teoría protege a las viudas desamparadas. A todo esto, valdría añadir que Judah, el marido fallecido, desempeñaba en vida un oficio íntimamente emparentado con el que ahora sostiene a su familia: agente federal de narcóticos. ¿Qué clase de infraespíritu mezquino se atrevería a sospechar de la viuda de un hombre de la D.E.A.? ¿Quién creería que su hijo adolescente distribuye la mercancía con tremendo éxito, ayudado por una novia fanática cristiana que a su vez se la vende a su comunidad de iluminados?

     Hoy día, con Agrestic-Majestic consumido por las llamas, Nancy y los suyos se han refugiado en casa de su suegro, cerca de la frontera que va a dar a Tijuana. Asociada con una banda de mexicanos, Nancy comienza a ir y venir por ella con cargamentos progresivamente comprometedores, mientras la policía comienza a ubicarla. Debemos de ser muchos, millones tal vez, quienes oramos para que no la agarren.

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Xavier Velasco

Xavier Velasco entiende la novela como un juego inocente llevado por placer hasta sus más atroces consecuencias. Sintomáticamente, dedica las mañanas a meterse en problemas por escrito y las tardes a intentar resolverlos brujuleando entre calles y avenidas de la siempre auspiciosa ciudad de México. Disfruta especialmente de la amistad perruna, el olor de la tinta y el alquiler de scooters en ciudades psicóticas. Obtuvo en 2003 el Premio Alfaguara de Novela por Diablo Guardián y es autor de Cecilia (novela), Luna llena en las rocas (crónicas de antronautas y licántropos, Alfaguara, 2005), El materialismo histérico (fábulas cutrefactas de avidez y revancha, Alfaguara, 2004) y la novela de infancia Este que ves (Alfaguara, 2007). En su blog literario La leonina faena (www.xaviervelasco.com) afirma: "Nadie puede decir que una novela es suya si antes no se le ha dado por entero".

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