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Vidas cansadas

Por 17 de diciembre de 2022 Sin comentarios

Rosa Moncayo

No hay película más amarga que Vidas rebeldes. Ciento veinticuatro minutos y un hilo de esperanza. Lucha y combate. La imagen de los caballos indomables es de una belleza inenarrable, los espectadores siempre necesitaremos un final feliz. Vidas rebeldes trata sobre una mujer desnortada, Marilyn Monroe, que se lanza a los brazos de dos vaqueros, Clark Gable y Montgomery Clift, y los acompaña a la captura de unos caballos salvajes para vender su carne. El denominador común de los tres personajes es el desarraigo y el vacío existencial, buscan redimirse construyendo una nueva vida, pero no saben cómo hacerlo. La historia de muchos. ¡Ah! Prefiero el título original, The Misfits, es decir, desplazados. No creo que sus vidas fueran rebeldes, simplemente estaban cansados.

Fue la última película de Marilyn y Gable antes de que murieran. Si ya estaban mal, el rodaje fue la gota que colmó el vaso. Para empezar, fue rodada en el desierto de Nevada, donde el gobierno estadounidense llevaba a cabo ensayos atómicos. El tufo a toxicidad estaba muy presente. Marilyn se presentaba a las grabaciones completamente alcoholizada, ya era adicta a los barbitúricos, y tuvo que ser ingresada varias veces en clínicas de desintoxicación, además de un susto de dos semanas en el hospital. Rodaje a trompicones. Marilyn siempre llegaba tarde. El guion fue obra de Arthur Miller, su esposo, quien escribió la historia para que ella se luciera, para que el mundo viera que también era capaz de protagonizar un drama. De poco le sirvió, Miller acabó poniéndole los cuernos con la fotógrafa del rodaje, Inge Morath. Se casaron y formaron una familia.

Clark Gable, que ya estaba desgastado, renunció a su doble. Quería ser él quien realizara las escenas forcejeando con los caballos. Sufrió un infarto fulminante tres días después de acabar el rodaje. Muchos criticaron a Marilyn porque, como siempre llegaba tarde, Clark tenía que esperarla bajo el sol infernal del desierto, fumando incontables cigarrillos para amenizar la espera. Por otra parte, Montgomery Clift seguía depresivo, no aceptaba su homosexualidad y todavía no se había recuperado de ese accidente de coche horrible que le desfiguró el rostro. Su expresión facial había cambiado por completo. Una rareza fascinante. Desde luego, Huston, el director, aprovechó el momentazo agónico de sus actores para configurar una atmósfera lacerante, insoportable, culminando con hermosas imágenes de caballos libres, salvajes, felices.

Lo más bello de nuestras vidas surge en los destrozos. Vidas rebeldes es la película de un mundo a punto de terminar, un mundo que termina para dar paso a otro, mejor o peor. La película peca de precursora. Pocos dramas como este en los años 60. Ahora, en cambio, todo son dramas. El final es un final feliz, claro, pero no era el final que Arthur Miller había pensado. Sólo el personaje de Clark Gable demuestra una voluntad de cambio. El de Marilyn, en cambio, se enfrasca en el llanto. Es su papel. Marilyn hace de Marilyn; romántica e ingenua. Huye de la naturaleza, del desierto; huye de la felicidad, lo fértil. Me gusta mucho su papel, sobre todo cuando estalla furiosa, cómo maldice a los tres hombres que sólo son felices si matan. Demostró una rabia espectacular. Nadie sabe si esa escena fue real o parte del guion. A veces, viene a ser lo mismo.

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Rosa Moncayo

Rosa Moncayo (Palma de Mallorca, 1993) estudió Business Administration en la Universidad Carlos III de Madrid. Con 20 años, le concedieron una beca para realizar sus estudios en Seúl, Corea del Sur. Actualmente reside en Madrid. En 2020 publicó La intimidad en el sello editorial Barrett. Fotografía: Laura Carrascosa

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