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…Y los niños que mueran

Por 14 de mayo de 2008 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Al leer que el secuestrador vivía en el apartamento de arriba una convencional vida en compañía de su esposa y que cuidaba el jardín, me vinieron a la mente el tremendo párrafo con el que Marcel Proust hace contrapunto a una conmovedora línea de Victor Hugo:

"Victor Hugo dice: «ha de crecer la hierba y han de morir los niños (Il faut que l’herbe pousse et que les enfants meurent)». Yo digo que la ley cruel del arte es que los seres mueran y que muramos nosotros asimismo, apurando todo sufrimiento, a fin de que crezca la hierba no del olvido sino de la vida eterna, la hierba vigorosa de las obras fecundas, sobre la cual las generaciones, indiferentes a los que bajo la hierba reposan, vendrán a realizar su merienda campestre."

También el protagonista del suceso de actualidad al que hacía referencia, el ingeniero Fritzl, es indiferente a los que se hallan bajo sus pies, bajo la hierba y la floración de su jardín; indiferente a los que viven entre imágenes espectrales, proporcionadas por la televisión, de lo que constituye el mundo a pleno sol y, en consecuencia agónicos intérpretes, auténticos protagonistas de la escena descrita por Platón en su célebre mito.

El hecho de que el teatro de sombras vehiculadas por dígitos sea también de alguna manera el modo privilegiado que tenemos de relacionarnos con el mundo, el hecho de que así vivamos cotidianamente la guerra de Irak o la violencia de Colombia, mas también (por la prodigiosa transformación de lo que era mero instrumento- el ordenador o el móvil- en auténtico atributo, lo que hace de nuestra vida una vida de cyborg) los lazos interpersonales, incluidos quizás (cuando la percepción digital se extienda a los cinco sentidos) las relaciones eróticas… todo ello puede hacer que del escabroso episodio austriaco sobresalga más lo perverso del comportamiento del ingeniero Fritzl que los contenidos del discurrir cotidiano en el seno de esa caverna.

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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