
Víctor Gómez Pin
El rival del presidente en funciones del gobierno parecía durante los debates verdaderamente preocupado por la problemática de la verdad. Pues tras su fiscalización de las modalidades de mentir del contrincante anunció a un momento dado, durante el segundo debate, "yo voy a hablar también de la verdad".
Decepcionado quedó sin embargo el oyente que esperó un discurso teorético sobre la noción de verdad. El señor Rajoy no citó a Tarsky ni a Heidegger. No habló de la verdad, sino que se limitó a cantar al señor Zapatero unas cuantas verdades, la mayoría relativas a las dramáticas consecuencias para los más necesitados de su política social. Muchos oyentes o teleespectadores eran personas que podían temer las inevitables implicaciones de una política económica sustentada en el ideario liberal y la erección del mercado en referencia sagrada; personas conscientes de que el partido del señor Rajoy lucha porque tal ideario se imponga aun con mayor radicalidad y que tienen en mente el aspecto sombrío de la prosperidad general de los gobiernos de Thatcher o Blair. Pues bien con estupor pudieron escuchar en boca del candidato frases críticas como las que siguen: "La diferencia entre los más ricos y los más pobres es hoy mayor en España"…"A la hora de las becas, de los comedores, y de la sanidad pública, algunos españoles se pueden ver perjudicados".
Edificante desde luego esta preocupación por las víctimas del sistema económico. A diferencia de lo que suele ocurrir esta vez era el representante del partido más devoto de la libertad de mercado el que parecía tener el monopolio de los buenos sentimientos, y hacía mayor gala de amor a los pobres Lo que decía constituía muy probablemente una verdad como un templo. Mas el lugar desde el que lo decía convertía su discurso en un paradigma de falacia.
¡Que ilusoria puede llegar a parecer la kantiana convicción de que un grado de veracidad en la palabra es condición de posibilidad incluso de una práctica social sustentada en el engaño! Viene a cuento transcribir literalmente lo que escribía hace unas semanas en relación a esta tesis de Kant:
"Hasta para conducir a buen puerto mis aspiraciones más inmundas no podría dejar de desear que en el mundo haya seres motivados por valores desinteresados y favorables a la persistencia de los seres razonable, en lugar de serlo por meros intereses subjetivos. ¿Respuesta del cínico a tal argumentación? Pues la división de los comportamientos: la defensa de los intereses generales de los seres de razón para el otro, y la defensa de los intereses subjetivos para mi."