Víctor Gómez Pin
"Una sociedad decente es aquella que no humilla a sus miembros", declaraba el jefe del gobierno español, tras la aprobación de la ley de unión homosexual de 2205. Uno de los textos de la Recherche, que citaba la pasaba vez prosigue de esta manera estremecedora:
Asesinato en los invertidos, traición en los judíos
"Hijos sin madre, a la cual han de mentir incluso llegada la hora de cerrarle los ojos; amigos sin amistad pese a las múltiples afecciones que su encanto, frecuentemente reconocido, inspira y al sentimiento que su corazón, tan a menudo bondadoso, experimenta. ¿Pero, cabe llamar amistad estas relaciones que vegetan al amparo de una mentira y en las que el primer impulso de confianza al que tendrían la tentación de entregarse haría que fueran rechazados con repugnancia, a menos de topar con un ser imparcial, quizás simpatizante, el cual entonces, confundido respecto al tema por una psicología convencional, a partir de la confesión del vicio, extraerá conclusiones relativas a afectos que nada tienen que ver con el mismo, al igual que ciertos jueces excusan con mayor facilidad el asesinato en los invertidos y la traición en los judíos… Amantes a los que está casi cerrada la posibilidad de este amor cuya esperanza les confiere la fuerza de soportar tantos riesgos y tantas y soledades" (III, 16-17)
Y respecto a la coincidencia en persecución con los judíos: recuérdese que se trata de la Francia en la que el caso Dreyfus había desencadenado una campaña ideológica antisemita que de alguna manera prejuzgaba el nazismo, la cual tuvo algo más que un rescoldo en la innoble actitud de tantos franceses bajo el régimen inmundo del general Pétain:
La traición y el escándalo
"Ciertas noches, en otra mesa hay extremistas que dejan entrever un brazalete bajo la manga, en ocasiones un collar en la obertura de su cuello, forzando con sus miradas insistentes, sus carantoñas, sus risas, sus caricias mutuas, la salida precipitada de un grupo de colegiales, mientras son servidos, con una amabilidad bajo la cual se incuba la indignación, por un camarero que, al igual que en las cenas en que le toca servir a partidarios de Dreyfus, avisaría con sumo gusto a la policía, si no tuviera el aliciente de embolsarse la propina." (III, 21)