Víctor Gómez Pin
Desde su inicio este foro ha pretendido ser un lugar de reflexione filosófica, en el sentido más genérico del término. De ahí que consideraciones de tipo ético, político o estético hayan ocupado a intervalos un largo espacio. Sin embargo lo que ha pretendido fundamentalmente es ser un espacio de actualización de la filosofía natural, o si se quiere de la meta-física, entendida en su sentido cabal de reflexión sobre el orden natural (la physis de los griegos), que se efectúa después de o tras –meta-la física.
No se trata tanto de haber seguido en sus meandros técnicos las descripciones y previsiones efectuadas por la física como de estar al corriente (o al menos hallarse interesado por estarlo), de los interrogantes que se hallan en el origen de tales descripciones y previsiones, y de las implicaciones de las mismas. Dos ejemplos elementales:
- 1) Entender que ciertos principios considerados básicos de la física parecían amenazados por el propio desarrollo de la misma y que Einstein tenía razones para considerarlos inviolables (cosa que no tiene ninguna dificultad mayor y que se explica sin formulación matemática en los libros llamados divulgativos del autor), conduce sencillamente a entender por qué era necesario sacrificar nuestra convicción (prejuicio lo denomina Einstein) de que el tiempo y el espacio son un marco absoluto en el que los acontecimientos se despliegan.
- 2) Entender que ciertos fenómenos indiscutibles chocaban con la concepción que la ciencia tenía en el arranque del siglo XX de la naturaleza ondulatoria de la luz (cosa explicable sin más tecnicismos que los justos en media clase de filosofía) permite entender porque Einstein avanza la tremenda conjetura de que la luz es un conjunto discreto de elementos llamados fotones, abriendo así la caja de Pandora que constituye el universo (inquietantemente larvado para el pensamiento anclado en cimientos clásicos) de las partículas elementales.
Y si la metafísica no puede prescindir de considerar lo que implica el sacrificio del carácter absoluto de tiempo y espacio, tampoco puede prescindir de una inmersión en este horizonte de larvas descrito por la física cuántica, en el cual se producen sorprendentes "escenas" como las que ocuparán las reflexiones de los días siguientes. Escenas (no es nunca ocioso explicitarlo) que nada tienen que ver con la ciencia ficción sino simplemente con la ciencia.
Una ciencia que enlaza con antiguos fantasmas de la especulación metafísica, liberándolos de cierta capa de caspa. Foucault indicaba en uno de sus discursos que Hegel, mil veces considerado perro muerto de la filosofía, solía esperar al escéptico en la esquina…o en los recovecos del camino. En este caso, un camino trazado no ya por la ciencia natural de nuestra época sino por la ciencia quizás más impactante de todas las épocas.