
Víctor Gómez Pin
Silencio concreto y posibilitador de la escucha no enturbiado por la complejidad, pues también así de próximas se interpelan las voces que cabe oír, avanzada la noche, en las verdaderas grandes ciudades, lugares en los que parece iterarse fractalmente la célula esencial, forjándose una multiplicidad de torres eclesiales resumiendo un villorrio.
Es quizás cuestión de depurar la escucha. Se ha dicho muchas veces que la lengua cabalmente propia es aquella en la que forjaremos nuestra última frase, queriendo quizás decir con ello aquella lengua en la que nos despediremos de nosotros mismos. Mas tal decir quedó probablemente sellado en la primera escucha, en la apertura a los sonidos forjadores de nuestra humanidad. Y ni siquiera parece inevitable que ese momento de veracidad coincida con el postrero.
Perdido para cada uno de nosotros el particular Combray, no lo está sin embargo la alternancia de sollozos y voces expresivas de admiración y gozo; no está en definitiva perdida esa indisociabilidad de fiesta y dolor que marca la hora prístina para el ser humano y a la que vacilantes intentan asomarse los grandes de la palabra y los grandes de la música.
Lo intentan no por la vía, a priori estéril, de la representación sino de la restauración, lo intentan haciendo que el verbo de nuevo resuene, lo intentan enriqueciendo la forma hasta hacerla contenido.
Y esta ambiciosa y delicada operación es en primer lugar cuestión de escucha, escucha facilitada por el hecho de que el ruido estéril de una vida empantanada en absurdas querellas deja paso al silencio concreto de la atmósfera prístina, reencarnada para cada uno de nosotros en un espacio quizás meramente imaginario:
"Y desde hace un tiempo, si mantengo el oído atento, vuelvo a percibir los sollozos que tuve la fuerza de contener… en realidad nunca cesaron, mas sólo ahora, cuando la vida en torno a mi parece cesar en su alboroto, vuelvo a escucharlos, como esas campanas de conventos, tan recubiertas por el ruido de la ciudad durante el día que parecen silenciosas, pero que suenan de nuevo en el silencio del atardecer".
Y todo esto nos lo describe, con palabra verídica precisamente por su intrínseca musicalidad, ese nuevo Ismael que es el autor de la Récherche.