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¿Sería falaz toda decisión de muerte propia?

Por 10 de abril de 2008 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Avanzaba hace unos días que la muerte voluntaria plantea para muchos una interrogación relativa a si realmente en su fuero más interno alguien puede realmente aspirar a ella. Un cierto desvío por un problema más general es necesario para abordar el asunto:

Ferdinand de Saussure señalaba el carácter contradictorio de la pregunta sobre el origen del lenguaje, dado que encontrar  la respuesta, obviamente lingüística, equivaldría a erigir el lenguaje en testigo de un acontecer previo a su propia emergencia. Idéntica aporía se presenta a los antropólogos que intentan explicar la aparición entre los humanos de la ley, es decir: la sustitución de relaciones de equilibrio determinadas por la naturaleza, por una convivencia sustentada en principios (prohibición del incesto, por ejemplo). Pues la ley así definida es la condición de posibilidad de que se den cabalmente esos humanos que, teóricamente, se habrían puesto de acuerdo para establecerla.

Pero estos presupuestos sobre los que se sustenta todo discurso explicativo y toda organización de la existencia sustentada en explicación, es decir toda existencia humana, estos presupuestos que constituyen la ley y el lenguaje, son indisociables de su concreción en una subjetividad, la cual siempre es propia. Así el imperativo subjetivo de no cometer incesto es la forma en la que cristaliza la ley del incesto considerada como universal del orden social. De ahí que la imposibilidad de hacer abstracción de la ley y el lenguaje se traduzca en imposibilidad de hacer abstracción de la propia presencia, de ese pensar subjetivo que Descartes sitúa (con razón apodíctica) en el centro del universo.

De ahí que haya podido sostenerse lo inconcebible de la muerte propia. La propia razón da cuenta de la necesidad de la desaparición biológica, pero no da cuenta de la desaparición de sí misma como fundamento último de toda cuenta. Hay perfecta concepción de la necesidad de la muerte empírica, pero no habría concepción posible de la muerte entendida como abolición de esa misma subjetividad racional que tiene certeza de la muerte empírica. Cabría,  paradójicamente, decir que no puede ser abolido el único ser vivo marcado por la lucidez respecto a la inevitabilidad de la empírica muerte propia. Paradoja a la que quizás alude Sigmund Freud cuando nos dice (sin pretensión alguna de aportar consuelo) que en el inconsciente todos estamos convencidos de nuestra inmortalidad.

Como hace unos días indicaba, esto conduce inevitablemente a desconfiar  de la auténtica motivación de aquel  que cree querer acabar con su vida. Si el sujeto siente  en lo profundo la imposibilidad de dejar de estar presente, entonces su decisión de morir sería de alguna manera un farol ante sí mismo.  

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Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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