Víctor Gómez Pin
En busca del tiempo perdido encierra a la vez una dura invitación a la lucidez y una promesa: Lucidez en relación a que, una vez que los seres vivos alcanzan maduración, que los proyectos de estatua están ya configurados o que las meras potencialidades del reino mineral alcanzan forma, no hay ya para cosa alguna más que tiempo Promesa de redención en aquello y por aquello mismo, a saber el lenguaje, que nos convierte en los únicos seres portadores del bien y del mal. Confianza, en suma, en que el lenguaje, un principio tan poderoso como el lenguaje (pues origen de algo tan tremendo como es el saber de que también nosotros llevamos el sello de la irreversibilidad propia a los seres naturales, lo que convierte en desvarío todo anclaje en la idea de subsistencia), no puede dejarnos desamparados.