Víctor Gómez Pin
Retomo una metáfora aquí ya empleada: intentar superar situaciones que son expresión de un estado de cosas y una relación de fuerzas, sin atacarse a estas últimas, es como intentar mover o destruir la superficie de la mesa sin el esfuerzo necesario para desplazar la mesa (ejemplo superar aquella parte de la degradación del entorno natural debida a la actividad humana, sin focalizar las fuerzas en los poderes del mundo que constituyen la matriz de tal actividad) Y como este proyecto es vano, como la superficie sólo se desplaza- o destruye- con la mesa misma, el mantenerlo como ideario equivale a nulidad de actuación más o menos amenizada con burbujas.
Cuando cada pueblo del mundo puede sentir que “a desollarte vivo vienen lobos y águilas”, depredadores que proclaman ya sin ambages su intención, desde Colombia hasta Francia o España, la energía de los propios amenazados es canalizada hacia ficticios enemigos (cazadores rurales que viven de esta práctica- no ociosos deportistas urbanos- espectadores de ciertos festejos populares, o simplemente consumidores que no se hallan en condiciones sociales de asumir normativas estrictas en materia de bienestar animal, erigida casi en equivalente del entero ecologismo), lo cual permite difuminar la impotencia ante quien representa el verdadero problema.
Surge inevitablemente la idea de que se trata de una suerte de renuncia encubierta, expresión de un nihilismo respecto a las potencialidades del ser humano. Renuncia a actitudes de las que la memoria popular da testimonio: memoria de resistencia por fidelidad a imperativos éticos mas también memoria de lucidez ante el fracaso, y de apuesta porque este fuera pasajero, al menos en lo social (pues en lo individual la dignidad pasa sólo por la asunción de la tragedia, el desgarro que supone la polaridad entre biología y lenguaje). Memoria, en suma, de momentos de lucha animada por la idea de una emancipación efectiva de la especie humana, combate al cual se opone el empantanamiento en falsas querellas. De nuevo el texto de “Timón de Atenas” de Shakespeare por Marx evocado.
“…Dios visible. Que sueldas juntas las cosas de la Naturaleza absolutamente contrarias y las obligas a que se abracen; tú, que sabes hablar todas las lenguas. Para todos los designios. ¡Oh tú, piedra de toque de los corazones, piensa que el hombre, tu esclavo, se rebela y por la virtud que en ti reside, haz que surjan en su seno querellas que lo destruyan, a fin de que las bestias puedan tener el imperio del mundo!”.