Víctor Gómez Pin
Transcribo de nuevo un texto que ya he citado aquí al menos dos veces:
"La sociedad de formación natural ofrece al individuo no sólo el espacio vital sino también un contenido de vida. El campesino ático que cultivaba campos y viñas lejos de la ciudad, rara vez podía encontrar tiempo para asistir a la asamblea popular. Eso no quita que políticamente fuese no, digamos, de Maratón o de Acarne sino un Ateniense, tuviese el conocimiento que le permitía (en las elecciones importantes, que le concernían personalmente porque afectaban a todos) aportar su contribución de hombre libre. La ciudad de Atenas, además, no era para él simple mercado para sus ventas y sus compras: allí, sobre la Acrópolis, dominaba también Palas Atenea, que protegía con mano fuerte, su polis y a él mismo. Y ni siquiera el campesino más simple se descuidaba de asistir a las representaciones del teatro de Dionisos, gloria de su ciudad patria"
Cabe conjeturar que si, como Pohlentz nos indica, un campesino de Agaton o Arcade, se dice a si mismo ateniense, si se considera cabalmente un ciudadano, ello se debe en gran parte al hecho de que, participando en el rito teatral, participaba también de un rasgo esencial de lo que a la ciudadanía constituye.
Sabemos algo de la tragedia griega, no sólo por testimonios sino por el hecho de poseer los textos. Sin embargo apenas sabemos nada de la música griega, y en consecuencia del lazo entre música y tragedia. Como máximo podemos tener algún indicio, y me atrevo a decir que uno de ellos lo tuvimos en Ronda hace unos años en la lectura ala que antes me refería de versos de la sacerdotisa Safo. Decía antes que, simplemente, se despertó entonces la curiosidad sobre si, en el origen, la lengua puede ser realmente disociada de la forma musical; curiosidad, en suma, relativa a si en el principio está el canto.