Sanjuana Martínez
¡Imagine la escena!: un hombre persigue pistola en mano a un grupo de reporteros. Parece un suceso sacado de una película, pero como bien dicen, a veces, la realidad supera a la ficción…
Sucedió ayer en Coatzacoalcos, Veracruz. El de la pistola, es Alejandro Wong Ramos, ex regidor perredista del ayuntamiento de esa ciudad. La historia inicia en la cantina «El Rincón de José Alfredo Jiménez» (compositor de la ranchera «El Rey»). Al calor de las copas de tequila y los corridos mexicanos, Wong Ramos se envalentonó dirigiéndose a una mesa donde se encontraba un grupo de reporteros bebiendo después de su jornada laboral. Con tono amenazante, empezó a cuestionar el tratamiento de algunas notas informativas de los medios donde trabajan los presentes. A continuación soltó improperios a doquier, para después lanzar insultos contra la progenitora de los informadores.
La cosa se calentó e iniciaron los manotazos. Se armó una trifulca entre gritos y golpes, lanzamiento de vasos y saleros. Wong Ramos aprovechó la confusión para pedirle la pistola a su escolta: «¡Los voy a matar!» gritaba refiriéndose particularmente a tres periodistas: José Luis Ortega Vidal, director editorial de Diario Notisur; Jorge Tolentino, director del semanario Gráfico Sur; y José Luis Pérez Cruz, subdirector editorial del Diario del Istmo.
Cuando vieron la pistola, el instinto de supervivencia los llevó a correr al fondo de la cantina. Buscaron la salida, mientras Tolentino logró entrar a la cocina despavorido. Ortega Vidal y Pérez Cruz salieron por la puerta de servicio. Finalmente los tres llegaron a un patio pequeño con una escalera que conducía a la azotea. El agresor los buscaba con tiros al aire. Los periodistas subían buscando salvar la vida, cuando Tolentino escuchó un leve quejido en la parte baja. Saltó cinco metros, sin prever el riesgo. Para su sorpresa pudo incorporarse con un dolor profundo en las piernas. En el lugar encontró a su compañero Ortega Vidal con la cabeza bañada en sangre, consciente aún. No podía hablar. Cuando vio la escena, el gatillero, salió huyendo del lugar. La ambulancia llegó luego de una eternidad y el periodista se debate ahora entre la vida y la muerte. Muy grave. Los hechos han quedado asentados en la averiguación previa COAT4/164/09.
Las agresiones a periodistas en México son cotidianas. Y la impunidad estimula el delito. Si el que mata a un periodista no es castigado. Cunde el ejemplo.