Víctor Gómez Pin
Decía aquí mismo, hace ya casi dos años, que si la historia de la reflexión filosófica esta repleta de textos relativos a la verdad ( a la verdad en el sentido epistemológico, por oposición a la falsedad, pero asimismo a la verdad en la acepción moral del término) sin embargo son mucho menos los textos consagrados a su polo dialéctico tò pseudós, en sus múltiples acepciones: inconsistencia, ocultación, impostura, usurpación, falsificación, fraude…que recubrimos con los términos falsedad y mentira. Señalaba también entonces que esta perversión consistente en disponer los expedientes del lenguaje y el espíritu al servicio del simulacro está muy a menudo dirigida a poner un velo entre el propio sujeto y aquello que le determina. Pues bien:
El barniz con los que los hombres se encubren a sus propios ojos resulta particularmente insufrible cuando adopta forma de actitud "moral", cuando el sujeto erige todo un parapeto que le permita sentirse a sí mismo del buen lado, cuando en suma la modalidad de mentira en que baña su vida es un instrumento que le permite sentirse reconciliado.
No hay quizás ciénaga espiritual mayor. Las formas de mentira consistentes en engañar al otro, por mera picaresca, conveniencia mayor (no alienarse a un ser por una u otra razón querido, por ejemplo) o incluso auténtica pulsión a manipular a los semejantes, son triviales pecadillos, comparados a esta auténtica abyección mediante la cual aquel cuya vida es quizás un objetivo pozo de miseria material y espiritual puede decirse como el fariseo "gracias te doy por no ser como esos". Gracias a su Dios, o gracias a su patria o a su cultura, que siente portadores de valores superiores, valores ajenos a los habitantes de esos pueblos atrasados que sólo en un vago sentido antropológico pueden ser considerados civilizados (actitud que permite repudiar a millones de seres humanos y enteras comunidades)
Mentira, que en una sociedad dónde el racismo es inevitable y sin hacer absolutamente nada efectivo contra las causas sociales que lo generan, vinculadas al orden económico imperante en el mundo, conduce a deplorar las noticias referentes al mismo que se leen por complaciente hábito cada mañana en las páginas de los periódicos, homologándose así a esa Madame Verdurin de la Recherche proustiana, que consume su croissant utilizando una sola mano a fin de reservar la otra para dar papirotazos al periódico en el que devora el naufragio trágico del barco Lusitania.
Mentira rayana con la ofensa en las actitudes samaritanas ante las personas con algún tipo de discapacidad a las que se equiparara a los demás en aspectos que dependen de la plena capacidad precisamente en el registro en el que carecen de ella, mientras que la actitud auténticamente fraterna sólo puede residir en separar el grano de la paja, haciendo que se despliegue lo esencial de la condición humana que el discapacitado sí tiene en común con los demás. El problema se vincula al viejo asunto de determinar dónde reside lo esencial de la especificidad humana y que órganos hay que fertilizar a fin de que esta condición se realice. Esencial es al ser humano el que los demás le reconozcan plenamente como tal, mas por eso mismo es imprescindible no equivocarse de registro a la hora de tal reconocimiento (ejemplo concreto: el que se ve abocado a una silla de ruedas solicita de cada uno de los demás que en su penuria física no vea un impedimento para que lo esencial de su humanidad pueda realizarse…quizás necesite menos que se le organice una competición deportiva concebida bajo el modelo de las convencionales maratón.)
Mentira que erige la capacidad de sufrir de la que sería portador el ser vivo en general, de tal manera que queda diluida la singularidad del sufrimiento de la única especie que lleva en su esencia la exigencia moral de preocuparse del sufrimiento de las otras especies, convirtiendo en variable despreciable las radicales diferencias que es simplemente una insensatez el obviar: diferencia por ejemplo entre animales de compañía, domésticos, salvajes, y aun – en el seno de estos últimos- diferencia entre los que son dañinos para el hombre y su medio ambiente y los animales aliados. Mentira esta que permite por ejemplo desbordar ternura ante un animal al que objetivamente se ha desnaturalizado, convirtiéndolo en una suerte de equivalente paródico de un ser humano, sometiéndolo a vivir en un apartamento ciudadano y obligándole a defecar a ritmos que nada tienen que ver con los que resultarían de su espontaneidad como animal.
Modalidades de mentira que están en mente de todos y que tienen como denominador común el situarnos del buen lado, el comulgar a precio nulo en la bondad. Doblez interior que efectivamente "sofoca y abate". Nueva ocasión de recordar a los evangelistas: "Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera:¡Oh Dios¡ Te doy gracias por no ser como los demás hombres, rapaces, injustos adúlteros, ni tampoco como este publicano…" (Lucas 9,14)