
Víctor Gómez Pin
Que suerte la de estas personas a las que ayer me refería por encontrarse casi espontáneamente a la diestra del padre, sensibles como son al dolor de los seres vivos (homologados en la capacidad de sufrir animales y humanos)! ¡Cómo despiertan en nosotros el sentimiento culpable de nuestra insensibilidad, de nuestra dificultad para la compasión! Con ayuda de la fortuna, de Dios o simplemente DEL MIEDO, también nosotros – hablo al menos por mí- conseguiremos quizás estar pronto en el bando de los justos, y proclamar ante la imagen del publicano "gracias te doy Señor por no ser como ese".
Lo curioso de esta apuesta evangélica es la sutilísima dialéctica que encierra. Pues resulta que para estar realmente del buen lado, es útil parecer que uno se siente del bando contrario. El fariseo de hecho sólo gana si tiene la astucia del publicano:
"En cambio el publicano, manteniéndose a distancia no se atrevía a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios! Ten compasión de mi que soy pecador! Os digo que éste volvió a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se ensalce será humillado y el que se humille será ensalzado". (Lucas 9-14)
La objetiva bondad del fariseo más la genuflexión del publicano…¡Así se gana!