Víctor Gómez Pin
Dos mil filósofos rusos, decía en la columna anterior, se reúnen en Nihzny Novgorod, ciudad-balcón sobre el Volga. El Gobernador de la región, cuya filiación política ignoro en el momento en que esto escribo, recibe a algunos de ellos y pronuncia un pequeño discurso mostrando su satisfacción por el hecho de que el evento tenga lugar en la ciudad, y no tengo ninguna razón para juzgar que no hablaba sinceramente. Probablemente sin el apoyo de las autoridades locales el congreso no hubiera podido realizarse.
Es bien sabido que Rusia es un país sigue atravesado por enormes problemas No hay una situación económica que pueda ser catalogada de crisis ni una exigencia exterior de genuflexión política ante la misma, cosas ambas que sí azotan a España, pero hay carencias estructurales y una profunda dificultad para una clara asunción del pasado, que permita hacer balance y eventualmente ajustar cuentas con el mismo. Y sin embargo es casi inimaginable que en España, o en alguna de sus autonomías, responsables políticos de cualquier cuño estimen que el apoyo a una reunión filosófica masiva pudiera serles beneficioso. Me vienen a la memoria las palabras hace más de un año de un Consejero de la Generalitat de Cataluña que declaraba la necesidad de que los gobiernos facilitaran estudios en disciplinas útiles para el mercado (pronunciaba explícitamente la palabra) y precisando que "el que quiera estudiar el mundo clásico que se pague el lujo".
Ya he tenido ocasión de decir que este responsable estaba frívolamente negando legitimidad a un mundo que abarca a Aristóteles y Hesíodo, pero también a Euclides y Tales de Mileto. Personajes todos ellos de los que sí se habla estos días (como se habla de Hegel, Einstein, Dostoievsky o Descartes) cerca de esta Atalaya sobre el Volga que es el Kremlim de Nihzny Novgorod.