Víctor Gómez Pin
Los años (digo bien años) que exige, mero ejemplo, la inmersión en la Ciencia de la Lógica de Hegel equivalen al periodo de formación de un físico o un biólogo. De ello son bien conscientes los científicos que se acercan a la filosofía, imposibilitados de arrancar a sus investigaciones específicas ese tiempo empírico que la filosofía exige. Obviamente, la recíproca es cierta: el que lucha simplemente por seguir a Kant en los meandros de su triple Crítica, sabe que tal perseverancia supondrá probablemente la renuncia a integrarse en un laboratorio a fin de aprehender de manera concreta el enorme enigma ontológico que suponen dos fotones en situación de entrelazamiento (es decir para los cuales existe una fórmula identificadora de la pareja que forman, pero no una fórmula identificadora de su individualidad). Pues una cosa es entender el proceso simbólicamente, es decir matemáticamente, cosa a la que el filósofo de formación puede acceder perfectamente, y otra es percibir que efectivamente la naturaleza posibilita tal sorprendente comportamiento.
Y sin embargo, el esfuerzo del filósofo por no ignorar lo esencial de la ciencia responde a un imperativo de la filosofía misma, el cual exige un esfuerzo que puede llegar a ser baldío. Pues el filósofo ha de luchar contra la dificultad empírica, marcada de entrada por la limitación de tiempo, pero también contra la pluralidad de modos de simbolización que la diversidad de las ciencias exige.
Y luchará desde luego contra el olvido; luchará contra esa devastación que constituye para los símbolos y conceptos tan duramente conquistados la inmersión hacia el centro de gravedad de una suerte de pantano del cual sólo con un esfuerzo aun mayor pueden a veces ser rescatados; ese olvido contra el que se debatía la Emilie du Châtelet de Kaija Saariaho, de la que me ocupaba aquí hace unos meses. Transcribo las frases (con alternancia de lenguas) que el libretista del mono-drama de Saariaho pone en boca de la protagonista : "Les couleurs me manquent déjà,/ I already miss the colours,/ I miss the dreams, /I miss the dreams,/ I miss the dreams,/ Les rêves me manquent, manquent, /La vie me manque, Et je redoute de sombrer/ Sombrer avec livre et enfant/Dans le vertige de l’inconscience,/ Dans le vertige,/ Dans le puits de l’oubli. (Hecho ya de menos los colores. Ya he perdido los colores. He perdido los sueños. He perdido los sueños. He perdido los sueños. Hecho de menos los sueños. Hecho de menos la vida. Y tengo miedo de abismarme. Abismarse con el libro y el niño. En el vértigo de la inconsciencia. En el vértigo. En el pozo del olvido").