Víctor Gómez Pin
Todos aceptamos que la imaginación tiene en los en los niños este papel primordial, que no se halla en ellos sometida a realidad empírica, sino que se sirve más bien de la misma. Mas a la vez tendemos a pensar que ahí reside precisamente la razón de que la vida infantil no sea paradigma de la vida cabalmente humana, y asimismo… la razón de que la vida literaria no pueda ser tomada con excesiva trascendencia. Es muy generalizada la convicción de que de alguna manera el arte empieza allí dónde acaba aquello realmente en lo que, por así decirlo, nos la jugamos. Hay incluso en la actualidad escritores que parecen llevar esta convicción hasta sus últimas consecuencias, proponiendo una literatura cuya misión sería en cierto modo extirpar todo rescoldo de trascendencia. Y así, tomando más o menos pretexto, en el manido tema de la decadencia de la novela y hasta del agotamiento de la poesía (lo cual obligaría a apostar a una suerte de post-poesía), ideas que son casi tomadas como axiomas, se exacerba el peso de nomenclaturas sin excesiva significación (indie etcétera) y se estruja el desecado concepto de post-modernidad (quizás estéril desde su origen). Que eventualmente ello se haga con talento, no mueve sino a lamentar que ese talento no se despliegue en proyectos más fértiles, proyectos menos marcados por el nihilismo. Pues la reducción de la literatura a un análogo de los juegos de diseño no hace en efecto otra cosa que manifestar esa ausencia de confianza en la potencia del rasgo que caracteriza al hombre en el seno de la naturaleza y de la animalidad. Pues sólo la confianza en que la palabra constituye efectivamente ese verbo en el que la naturaleza y la vida superan su inmediatez, posibilitaría el responder a la exigencia que se halla en la base de la obra literaria: exigencia de no subordinar, no reducir y sobre todo no traicionar esa misma palabra que, en el seno de la determinación natural, sería potencia de apertura, es decir, de libertad.
La concepción radical de la literatura (y en general la obra de arte) como una suerte de búsqueda del Grial, equivale a una apuesta por la posibilidad de una reconciliación; reconciliación que no consiste en otra cosa que en retornar a aquello que se ha perdido cuando los árboles dejaron de hablar, cuando los árboles se escindieron del mundo "interior", es decir, del mundo de esa singular alma animal que es el alma humana; singular en razón de su porosidad, de su permeabilidad absoluta a los efectos del lenguaje. En la literatura habría pues un elemento de revivificación que no se da mientras permanecemos anclados en la cotidianidad del presente, por un lado, en la memoria ordinaria del pasado, por otro lado. La literatura permitiría que la imaginación juegue plenamente la función de efectuar síntesis que constituye su nota primordial. Pero no se trata de una síntesis con elementos dados, sino una síntesis en la que la operación sintética no se halla subordinada a otra cosa que no sea la síntesis misma.