Víctor Gómez Pin
Cuando, para recorrer las arterias de la ciudad subterránea, nos embarcamos en las olas negras de nuestra propia sangre, como en un río del olvido interior y de sextuplicados repliegues, entonces tremendas imágenes solemnes se muestran a nosotros, nos interpelan y nos abandonan fundidos en lágrimas. (III, 157)