Iván Thays
Fogwill
Cuando Alan Pauls empezó a ser célebre en Argentina con El Pasado muchas voces empezaron a lanzarle piedras en el tejado. La más violenta, sin duda, fue la de Fogwill. De manera lateral muchas veces, a manera de broma, y otras muy frontal, con artículos e invectivas (?Pauls es un perdedor?, me parece que fue una), Fogwill se le prendió (como se diría en el Perú) a Alan Pauls.
Lo que no sabía yo era que Pauls, al parecer, lo conoció de muchos años antes, de cuando Fogwill era publicista (y al parecer, por una entrevista de Kohan en Clarín, parte de la bronca se debe a que Fogwill piensa que Pauls lo usó de personaje). Lo que no sabía Fogwill, a su vez, es que Alan Pauls iba a escribir una de las semblanzas más generosas y sobre todo interesantes, de todas las que se le han escrito luego de su muerte.
La publicó el suplemento Radar:
(?) las tres invenciones en las que pienso cuando pienso en Fogwill son tipográficas. Una es conceptual, y es el uso absolutamente idiosincrático que siempre hizo de los dos puntos (que no tardó en contagiar a todos los escritores de mi generación). ?Algo raro: estaban en el Florida, eran como las once de la noche??: así empieza Vivir afuera, la novela balzaciana con que pretendía ?responder? en los ?90 a lo que Respiración artificial había sido en los ?80. Primera página de En otro orden de cosas: ?Pero no habló: hizo apenas un ruido diferente con los cajones de la cómoda?. Y el comienzo de La buena nueva: ?Impresionante: la prensa mundial se ocupó del milagro?. Y el primer verso del segundo poema de ?Sobre lengua y deseo?: ?Otra cosa: siempre otra cosa acude?. Y en el cuento ?El hilo de la conversación?: ?Fama de sabedor tenía: mucha?. La frase se detiene en vilo, como al borde de un precipicio, y hace surgir lo inesperado: una explicación, una disidencia, un cambio total de rumbo. Los dos puntos son un arma de análisis y de suspenso, un principio de slow motion y de elipsis, una modalidad de la demostración y un veloz atajo sintáctico.
La segunda es sociocultural: las comillas. Fogwill fue el gran entrecomillador de la literatura argentina contemporánea. Entrecomillaba usos, formas de decir, lugares comunes y creencias como quien crucifica una libélula con alfileres contra una plancha de corcho. Las comillas le permitían detectar, encuadrar y exhibir el blanco predilecto de sus cacerías: todo cristal de consenso. (El arte de los dos puntos y las comillas confluyen en un género ingrato, dificilísimo, que Fogwill ?buen lector de Borges? dominó como nadie: la autopresentación, los prólogos, epílogos o comentarios con que los escritores acompañan a veces sus propios textos. Nadie como él para transformar esa convención de las reediciones en una gran ocasión de inteligencia y belleza.)
La tercera es tonal, y es la multiplicación gráfica o prosódica de los signos de exclamación. Pocas prosas tan escritas como la de Fogwill, y al mismo tiempo pocas prosas tan fonéticas, tan cantadas, tan gritadas. Toda su gestualidad retórica (eso que en las fotos aparece en las cejas) siempre fue de orden musical.
(?)
Murió Fogwill. ¿Qué vamos a extrañar de él mientras releemos esas rarezas clínicas, hiperrealistas y tridimensionales que son sus novelas? Yo, creo que su voz, su generosidad y su frase. En particular esas frases que avanzan bien, tranquilas, y de golpe toman velocidad y siguen sin pausa, y duran más de la cuenta, y cuando terminan están en el mismo punto donde habían nacido, sólo que ahora el sentido ha cambiado por completo. Esas frases que pegan toda la vuelta. Eso, y el encarnizamiento carnavalesco con que libró su verdadera batalla. Porque la bête noire de Fogwill no fue el bien pensar progresista, ni el candor de las ilusiones humanas, ni la hipocresía, ni siquiera los efectos analgésicos del sentido común. Fue la piedad. La clave de esos treinta años de guerra sin cuartel está en el sello apócrifo que figura en el ?pie de imprenta? de Los trabajos del día, una edición artesanal de 1980 que él mismo se había encargado de diagramar, imprimir y anillar. El nombre del sello ?como robado de un cowboy de la revista El Tony? es Despiadado West.