Víctor Gómez Pin
Sintetizo lo relativo a Spinoza en el texto de Borges citado en la última columna: cuando “la tarde que muere es miedo y frío”, el filósofo Spinoza está “soñando un claro laberinto” esforzándose en labrar el “arduo cristal” del infinito.
Lo que en el poema sobre Descartes era noche es ahora “tarde que muere”, frío y miedo no son sólo “un poco” y la interrogación, luego la duda, se concentra en “el infinito”, evocado también en el otro soneto de Borges dedicado a Spinoza:
“Bruma de oro el occidente alumbra/ la ventana. El asiduo manuscrito/ aguarda, ya cargado de infinito/Alguien construye a Dios en la penumbra. /Un hombre engendra a Dios. Es un judío/de tristes ojos y de piel cetrina;/lo lleva el tiempo como lleva el río/una hoja en el agua que declina./No importa, el hechicero insiste y labra/a Dios con geometría delicada;/desde su enfermedad, desde su nada,/Sigue erigiendo a Dios con la palabra./El más pródigo amor le fue otorgado,/el amor que no espera ser amado”.
Spinoza muere el 6 de febrero de 1677. Hay divergencias sobre cómo habrían transcurrido sus últimas horas, y algunas versiones han sido consideradas totalmente fantasiosas. Mayor consenso hay respecto de la escasez de bienes que legó. Jean Colerus, uno de sus biógrafos, indica que la hermana del filósofo, residente en Amsterdam se postuló como heredera. El propietario de la pensión que alojaba a Spinoza, Van der Spyck, le exigió satisfacer algunos gastos que habían sido avanzados por los amigos. Apercibiéndose de que con tal reducción nada quedaría, la hermana renunció a la herencia. Colerus habla de las causas de la muerte con el nombre genérico de tisis. En todo caso se trata de una afección pulmonar, secuela de la inhalación de polvo de vidrio durante años de trabajo con este material. Tallador del cristal… y forjador conceptual del infinito. Aspecto del filósofo al que Borges se refiere también en el texto de La cifra que lleva el enigmático título de Nihon:
“He divisado, desde las definiciones, axiomas, proposiciones y corolarios, la infinita sustancia de Spinoza, que consta de infinitos atributos, entre los cuales están el espacio y el tiempo, de suerte que si pronunciamos o pensamos una palabra, ocurren paralelamente infinitos hechos en infinitos orbes inconcebibles. En ese delicado laberinto no me fue dado penetrar(…)”.
Pero en Nihon el poeta indica que también constituyeron para él un laberinto otras teorías del infinito, así el infinito matemático de Georg Cantor:
“He divisado, desde las páginas de Russell, la doctrina de los conjuntos, la Mengenlehre, que postula y explora los vastos números que no alcanzaría un hombre inmortal aunque agotara sus eternidades contando, y cuyas dinastías imaginarias tienen como cifras las letras del alfabeto hebreo, En ese delicado laberinto no me fue dado penetrar”.
En el laberinto de los números transfinitos de Cantor sí se esforzó en penetrar el filósofo y matemático francés Jean Cavaillès, poniendo el acento sobre el peso filosófico de los mismos y de las paradojas que encierran desde la perspectiva del sentido común, no de la consistencia matemática. Durante un tiempo, a la vez que colaboraba con la resistencia daba clases en una gran institución parisina. Tras pasar totalmente a la clandestinidad es detenido y condenado a muerte. Cavaillès fue fusilado el 17de enero de 1944 en la ciudad de Arras. El físico Etienne Klein escribe sobre Cavaillès lo siguiente: “Es en su condición de filósofo y lógico que se comprometió en la resistencia: era la única actitud lógica y necesaria para quien tomaba en serio la búsqueda de la verdad”.