Víctor Gómez Pin
La pregunta primordial es la siguiente: ¿cuál es la máxima subjetiva de acción a la que Fritzl responde? Y como corolario ¿cabe ser sujeto de tal máxima sin inserción en la ley, es decir, sin reconocimiento de lo tolerado y lo prohibido? Ya he indicado que no creo en absoluto que Fritzl responda a una suerte de impulso casi animal, puramente biológico, en el que el deseo de infringir la ley no cuenta.
No creo que Fritzl infrinja la ley porque con ello responde a una necesidad que sería corolario de su determinación genética. Más bien creo que Fritzl experimenta un deseo que nace de la ley misma, deseo que es posiblemente universal pero que él, con plena lucidez respecto a sus implicaciones, infringe. Si tuviera que apostar diría que su presunta pederastia posterior es consecuencia de su acto de infracción originario y no a la inversa.
Inscrito en el universo de la ley y de los símbolos el ser humano hace cosas innecesarias para la supervivencia y que hasta son potencialmente lesivas para la misma. A veces tales acciones son tan admirables como la Odisea, la Recherche o -en su día- la hipótesis heliocéntrica (perfectamente indiferente entonces para todo interés que no fuera el de conocer). Con la misma distancia frente a lo inmediato, el ser humano hace, en ocasiones cosas que, por odio de la ley configuradora, y aun por odio de la propia condición humana, apuntan a lesionar la humanidad. Tal inclinación se traduce quizás en deseos concretos -incestuosos eventualmente-. Satisfacerla no es a veces menos fácil que labrar una fórmula o forjar una metáfora, es simplemente más estéril y portador de muerte algo más que biológica: muerte de ese tejido simbólico que hace del humano un esencial "nudo de relaciones".