Víctor Gómez Pin
El padre Arnall entró y la lección de latín dio comienzo (…) pidió a Jack Lawton que declinara la palabra mare y Jack Lawton se paró en el ablativo singular, no consiguiendo llegar hasta el plural.
-Deberías avergonzarte de ti mismo, dijo el padre Arnall severamente. Tú, el primero de la clase.
Después preguntó a un segundo alumno y a un tercero. Ninguno fue capaz de responder. El padre Arnall parecía calmarse a medida que un alumno tras otro intentaba responder sin conseguirlo. Finalmente preguntó a Fleming y éste respondió que esta palabra carecía de plural. El padre Arnall de repente cerró el libro y le gritó:
-De rodillas ahí en medio de la clase. Eres el muchacho más vago que he visto jamás. El resto de la clase a copiar de nuevo los deberes. (…)
Un silencio se cernió sobre el aula y Stephen, mirando disimuladamente el rostro del padre Arnall, percibió que había enrojecido de rabia (…)
La puerta se abrió despaciosamente y se cerró de nuevo. Un corto susurro recorrió la clase: era el Director de Estudios. Hubo un instante de silencio grave al que siguió el sonoro golpear de una regla en el último pupitre. El corazón de Sthephen palpitó aterrado.
-¿Todos estos chicos quieren una buena zurra, Padre Arnall? gritó el Director de Estudios. ¿Hay en esta clase algún perezoso, algún gandul, que quiere ser zurrado?
Llegó al centro de la clase y vió a Fleming arrodillado.
-¡Vaya! gritó. ¿Quién es este chico?
– Fleming, Padre.
-Vaya, ¡Fleming¡ Un gandul sin duda. Lo veo en su mirada ¿Por qué está de rodillas, Padre Arnall?
– Escribió una mala versión de Latín, respondió el padre Arnall, y no dio una en las preguntas de gramática.
– ¡Sin duda fue así! Gritó el Director de Estudios. ¡Un gandul de nacimiento! Se nota en su mirada.
Golpeó con su regla el pupitre gritando:
-¡De pie¡ ¡De pie muchacho!
Fleming se levantó despacio
-¡Arriba! Gritó el Director de Estudios.
Fleming alzó su mano. La regla cayó sobre ella con un fuerte ¡zas!: uno, dos, tres cuatro, cinco, seis.
-¡La otra mano!
De nuevo la regla produjo seis fuertes, rápidos, ¡zas! (…)
¡A vuestros deberes, el resto de la clase¡ gritó el Director de Estudios. Aquí no queremos vagos ni gandules, no queremos perezosos intrigantes. ¡A vuestros deberes¡ Os aseguro que volveré a estar aquí cada día. Sí, el padre Dollan volverá a estar aquí mañana.
Golpeó a uno de los alumnos en el costado con la regla diciendo:
– ¡Tú! ¿Cuándo volverá a estar aquí el padre Dolan?
-Mañana, Padre, dijo la voz de Tom Furlong
– Mañana y pasado mañana y al día siguiente, dijo el Director de Estudios. Metéroslo en la cabeza. Cada día tendréis aquí al padre Dolan. Seguid escribiendo. ¡Eh! tú, muchacho, ¿cómo te llamas?
El corazón de Stephen se sobresaltó de golpe.
-Dedalus, Padre
– ¿Por qué no estás escribiendo como los demás?
– Yo…. mis…
No podía hablar por el miedo
– ¿Por qué no está escribiendo, Padre Arnall?
-Se rompieron sus gafas, dijo el padre Arnall y le autoricé a no hacer los deberes.
– ¿Se rompieron? ¿Qué estoy oyendo?¿Cuál era pues tu apellido? dijo el Director de Estudios.
– Dedalus, Padre.
– Fuera de aquí Dedalus, pequeño tramposo. Veo el granuja en tu cara.¿Dónde rompiste las gafas?
Stephen se fue aterrado y apresuradamente al medio de la clase.
-¿Dónde rompiste las gafas? Repitió el Director de Estudios.
– En el camino del cementerio, Padre
– ¡Vaya! en el camino, gritó el Director de Estudios. Conozco el truco
Stephen alzó sus ojos extrañado y vio un instante los cabellos grisáceos y blancos de su cabeza ya no joven (…) vio sus ojos sin color contemplándole a través de sus gafas. ¿Por qué había dicho que conocía el truco?
– ¡Vago, pequeño gandul! Gritó el Director de Estudios. ¡Romperse las gafas! ¡Un viejo truco de escolares!¡Abre tu mano inmediatamente¡
Stephen cerró sus ojos y mantuvo en el aire su temblorosa mano con la palma hacia arriba. Sintió como el Director de Estudios se la sujetaba un instante a la altura de los dedos tensándola, y después sintió el deslizarse de la manga de la sotana mientras la regla era alzada para golpear (…)
-¡La otra mano! Dijo el Director de Estudios
Stephen retiró su lisiada y dolorida mano derecha y alzó la mano izquierda. La manga de la sotana se deslizó de nuevo mientras la regla era alzada (…)
-¡De rodillas!, gritó el Director de Estudios
Stephen se apresuró a arrodillarse apretando sus golpeadas manos contra los costados."
James Joyce, A Portrait of the Artist as a Young Man (1914). Experiencia vivida por el protagonista en el colegio de los Jesuitas de Clongowes.