Víctor Gómez Pin
Yanko Goorall, sobrevive al naufragio en las costas británicas del vapor Herzogin-Sophia Dorotea que conducía a América emigrantes centro europeos. Ignorante de dónde se encuentra, vaga por la campiña vecina a la costa, generando, terror y rechazo entre los habitantes de los cottages, desconfianza que se acentúa al oírle hablar su lengua montañesa, para ellos absolutamente indescifrable. Tras la mediación entre otros del médico de la comarca y narrador de la historia (que curiosamente avanza la hipótesis de que se trata de un vasco, por lo cual le dirige infructuosamente unas palabras en Español y en Francés), Yanko se incorpora como trabajador en una granja, siempre en una atmósfera hostil, que los niños del lugar interiorizan, oscilando entre la huída temerosa y la mofa. Una muchacha, Amy Foster se enamora no obstante del extraño y venciendo la oposición de su familia y vecinos acaba casándose con él, compartiendo ahora su vida en un cottage. La llegada de un niño procura a Yanko Gooral una alegría tanto más grande cuando que, por primera vez desde su naufragio, ve que muy pronto "habría un hombre con quien podría cantar y hablar en la lengua de su tierra".
Tal es la trama de uno de los relatos de Joseph Conrad que bajo el título de Amy Foster, ofrece un punzante caso de conflicto lingüístico, que corrompe una relación sustentada precisamente en la nobleza de carácter de las protagonistas y su capacidad de resistir con entereza a las convenciones sociales.
La fatalidad que acompaña a Yanko hace en efecto que Amy Foster empiece a ser minada por la idea de que el aprendizaje de aquella lengua "tan turbadora, tan pasional y tan extraña" desarraigaría a su hijo respecto a los valores del entorno, valores henchidos de prejuicios que ahora retornan en ella, como si en lugar de ser realmente vencidos hubieran sido meramente encubiertos. Y así, un día que en el umbral del cottage, Yanko entonaba para su hijo una de las canciones que las madres cantaban a los bebés en su montaña, Amy Sister arranca con brusquedad el niño de sus brazos. La diferencia, la inquietante alteridad que tanto le había atraído en Yanko, acaba por generar -¡también en ella! – temor y rechazo. Lo que sigue es de esperar: Amy Foster abandona el cottage levándose al niño. "¿Por qué?" se preguntará Yanko antes de expirar como clamando ante un responsable Hacedor ¿Por qué Amy Foster no quería que en su hijo hubiera una continuidad para su lengua? "Una racha de viento y un zumbido fueron la única respuesta".