
Víctor Gómez Pin
La división del trabajo que empieza con la división del cerebro en dos mitades se prolonga y enriquece con la cartografía de las conexiones sinápticas. Pero esta especialización no es un destino trazado para los humanos (y ni siquiera para los animales) en el absoluto de la estructura biológica. No sólo la variable niño/adulto cuenta. Sabemos también que las personas zurdas y las diestras no comparten la misma cartografía. Pues bien: Rita Levi-Montalcini puso de relieve que, desaparecidas unas neuronas vinculadas a tal o cual función, las otras neuronas proceden a una suerte de redistribución de las tareas, de tal manera que la función en cuestión es garantizada por el colectivo. Ello no ocurre siempre, pues de lo contrario no habría en general disfuncionalidad, pero puede ocurrir y en esta potencialidad reside lo interesante.
Condición de tal ventura, es que las neuronas que han de tomar el relevo sean activadas para ello, es decir, se las haga trabajar en tal sentido. Lo cual, ciertamente no es fácil, como bien sabe aquel que, simplemente, lucha por activar los conocimientos que una suerte de fuerza atractiva abismal parece haber engullido. De ahí la sentencia con la que hace años intentaba vencer la inercia que para un estudiante de filosofía supone el aprender las ecuaciones de la relatividad restringida: aprende hoy la ecuación… que muy probablemente olvidarás mañana, pero que te complacerás en reactivar en tus noches de insomnio (preciso de pasada que la filosofía se haya hoy absurdamente encasillada en la rúbrica "letras". conste que no digo que ha de encasillársela en "ciencias"; digo simplemente que la filosofía es intrínsecamente incompatible con la abstracción que supone el separar la actividad del espíritu en científica, por un lado, y artística o literaria, por otro).