Víctor Gómez Pin
Tras haber comentado en el texto anterior la casuística con la que el cardenal Belarmino advierte en su carta a Galileo vuelvo ahora a la Many-Worlds interpretation de la Mecánica Cuántica. Erigir sobre suelo firme y armazón consistente un edificio teórico que salva el determinismo y de alguna manera el realismo, es decir la subsistencia de los fenómenos con independencia del observador, no es algo que escandalice a la razón, ni tampoco ha de escandalizar a nuestra subjetividad mientras no se pretenda affirmare realmente. Los Everrett, Vaidman, Deutsch, Wallace, etcétera, fundador y principales hermeneutas de la teoría, son consumados maestros en este arte de erigir sobre base sólida una proposición o conjunto de proposiciones, en el arte de trabar un discurso formalizado, inequívocamente comunicable, es decir, esencialmente matemático o que encuentra su articulación fundamental en la matemática. Mas aquello que basta al matemático, aquello con lo que el matemático se sacia, a saber- en el decir de Belarmino- un alimento de meras hipótesis, no satisface quizás a ese mismo matemático en la medida en que quiere armonizarse con lo real, quiere comulgar con algo auténticamente sustentador, garantizador de su subjetividad. Ahora bien:
Las ideas que confieren identidad, ideas que somos y no ideas que tenemos (creencias de Ortega a las que anteriormente me he referido), son del orden de lo que no se sustenta en hipótesis. Peligroso, venía a decir Belarmino, es vincular un discurso de tipo explicativo a un discurso de tipo fundacional. Por eso la eventual fertilidad hermenéutica de la Many- Worlds Interpretation no nos arranca a la convicción de que no hay más mundo físico que aquel en el que nosotros nos insertamos, gozando o no del estatuto de ser medida de todas las cosas.