Víctor Gómez Pin
Remitiéndome en este foro a la Recherche de Marcel Proust he señalado en ocasiones la dificultad para hacerse una entera y definitiva idea sobre la caracterización moral de los protagonistas de la obra. Pues el tiempo, a la vez que da cuenta de los sentimientos destruye asimismo las convicciones. Y cuando no opera el tiempo lo hacen meramente las circunstancias. El último tiempo apuntaba a poner de relieve hasta qué punto las circunstancias sociales actuales han conducido al repudio de elementales exigencias de fraternidad entendida como reconocimiento de la plena humanidad del diferente.
Pero existen quizás principios morales que son universales antropológicos, y el principal de todos no puede ser otro que el tener como finalidad de acción lo que Lucien Sève denomina la causa antropológica. En un reciente artículo de Le Monde Diplomatique el filósofo francés considera que el bien de la humanidad está hoy radicalmente amenazado y por ello la causa del hombre ha de ser el trasfondo de toda exigencia política y social. No se trata de decir que la especie humana esté amenazada de desaparición sino que está amenazado de no poder vivir en conformidad a lo que constituye su esencia. En ocasiones lo he dicho aquí con toda claridad: un orden social que condena a la alternancia entre trabajo esclavo y ocio embrutecedor niega al ser humano la posibilidad de desplegar sus potencialidades y es por tanto un orden social ilegítimo, siendo por el contrario legítimo combatirlo por todos los medios.
El proceso empieza siempre por lo más inmediato. Cualesquiera que sean las circunstancias, hay que esforzarse en un grado mínimo a que se realice en uno la condición humana. El pensar señalaba Aristóteles es lo nuestro y por eso vivir humanamente es luchar contra la inercia que aparta del pensar. Una vez más reitero la tesis de que la filosofía a todos concierne y en consecuencia reducir la práctica de la filosofía a cosa de élites es ya de alguna manera traicionarla. Tal convicción seguirá animando esta tribuna.