Skip to main content
Blogs de autor

En la catástrofe ¿qué añade la filosofía?

Por 4 de junio de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

Es bien sabido que Voltaire, amante de la ciencia de su tiempo, encarnada ya entonces por Newton, y de las artes lo fue también de la mesa, la conversación y la belleza. Pero fue también un admirador de la buena gestión y partícipe en la misma. Recordatorio al respecto:
En 1760 Voltaire se establece en Fernex (hoy Ferney, en razón de que el filósofo así lo escribió) a ocho kilómetros de Ginebra y entonces territorio libre, por lo que se siente protegido de las autoridades francesas. Allí tuvo anclaje durante sus últimos 20 años. En Ferney, hizo suyas las preocupaciones de la comunidad local, desarrollando proyectos agrícolas, artesanales o comerciales y contribuyendo a que la localidad pasara de tener 150 habitantes a su llegada a superar el millar a su muerte. Obviamente esta preocupación por lo inmediato no le impedía participar de la denuncia política y jurídica, convirtiéndose en la bestia negra de intolerantes y fanáticos.
 

A la par en su castillo se daban suntuosas fiestas, intercaladas con reuniones literarias a las que acudían las mentes más brillantes de Europa. Afirmativa disposición que (pese a su denuncia del sin sentido del dolor humano) se traduce en su filosofía. Retrocedamos cinco años:
En 1755, Voltaire se hallaba a la vez perseguido por la policía de Prusia y mal visto en Francia. Buscando un sitio seguro, acaba recayendo en Ginebra. En su primer año de estancia recibe la noticia del terremoto que el 1 de diciembre devastó Lisboa. Imaginemos por un momento que Voltaire hubiera tenido en Lisboa las responsabilidades de gestión que de manera indirecta tuvo en Fernex. Muy probablemente hubiera analizado fríamente la situación, establecido un catálogo de las cuestiones a resolver y una jerarquía de urgencias. Ello no le hubiera impedido buscar tiempo para esta doble meditación que constituye su Candide y el poema sobre la desolación en tierras lusitanas. En ambos casos meditación literario-filosófica, con trasfondo anti-leibniziano.

El terremoto de Lisboa es un acontecimiento al que hay que dar respuesta de emergencia y a la vez ver como ocasión de proyección. "De ordinario invisible, para hacerse visible busca cuerpos, y cuando los encuentra proyecta sobre ellos su linterna", dice Marcel Proust del tiempo. El acontecimiento trágico o celebrativo es también una ocasión de proyección, una manera de hacerse presente lo que marca a los hombres, no por tal o tal circunstancia, sino por el hecho de ser hombre.

Voltaire inscribe la interrogación sobre Lisboa en su posición adversa a la ontología leibniziana. ¿Ante tal devastación cabe hablar de un mundo que por así decirlo merezca el SÍ del hombre? Lo filosófico no es obviamente la devastación ni la manera de responder a la misma, sino la pregunta, iterada por unas u otras razones desde que la necesidad natural fue contemplada como marcando inevitablemente el ser del hombre, la corporeidad del animal que habla, la limitación de quien podría sentir que trasciende la finitud.

Muchas son las interrogaciones concomitantes: el escándalo que Voltaire denuncia, ¿reside en que la carne llegó a ser verbo (aquello que pondría más adelante de relieve la teoría evolucionista), o más bien en lo que la metáfora bíblica expresa como hacerse carne del verbo? ¿Cómo conciliar la tendencia de las palabras a recrearse, y la certeza de que esa recreación no puede perdurar en uno, que necesariamente ha de haber un relevo para que siga habiendo palabras?

¿Qué añade la filosofía? Es una pregunta que lanzan a menudo los científicos que exploran la naturaleza (no sólo los físicos sino también los biólogos, pasmados ante el fenómeno de la vida). Pues bien, la filosofía añade un punto de vista…inevitable. Añade la visión desde ese lugar en el que toda interrogación relativa a lo que acontece se vincula a la cuestión de lo que se da sea cual sea el acontecimiento: "Una disciplina que se ocupa de lo que es en cuanto es (to on he on) y de aquello que el hecho mismo de ser lleva acarrea", en versión libre de las palabras de Aristóteles.

profile avatar

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

Obras asociadas
Close Menu