Skip to main content
Blogs de autor

El señor al que sirven

Por 30 de julio de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Víctor Gómez Pin

"Hijos respetuosos y agradecidos de Calvino, nuestro gran reformador, condenamos sin embargo un error [el juicio y condena de Miguel Servet] que fue propio de su siglo…", puede leerse en el algo farisaico monumento expiatorio erigido en el lugar mismo donde se consumó la vida de Miguel Servet. Más justas con el destino de un pensador sometido al acoso de inquisiciones confrontadas, son las palabras al pie de ese otro monumento erigido a sólo cuatro kilómetros de Ginebra, pero en la población francesa de Annemasse:
"A Miguel Servet, apóstol de la libre creencia, nacido en Villanueva de Aragón el 29 de septiembre de 1511. Quemado en efigie en Vienne por la Inquisición Católica, el 17 de junio de 1553 y quemado vivo en Ginebra el 27 de octubre de 1553, a instigación de Calvino".
 

En 2009, periodo álgido de la crisis financiera el entonces primer ministro holandés Jasn Peter Balkenende, afirmaba con indisimulada satisfacción: "muchos sostienen que nosotros somos la nación más calvinista del mundo" y esta creencia tenía a su juicio sostén en la constatación de que "trabajar firmemente, tener un modo de vida frugal y ser tenaz en las opiniones forman el carácter de los holandeses".

Obviamente otros no hemos tenido la suerte de que el dedo del señor nos hubiera señalado para contar entre los que están dotados de tales virtudes.
En este mismo mes de julio el semanario holandés "Elsevier Weekblad, bajo el titular "Ni un céntimo más al sur de Europa" señalaba:
"Los hechos muestran que los países del Sur de Europa no son pobres y tienen suficiente dinero o acceso al dinero. También pueden mejorar de forma bastante fácil el poder adquisitivo de sus economías, con reformas como las que ya se implementaron en el norte", haciendo referencia a las reformas aplicadas en Holanda tras la crisis financiera de 2008.

Hasta aquí todo es cuestión de perspectiva. El problema del artículo reside en que la portada del semanario presenta hombres bigotudos tomando vino, mientras que esforzados holandeses laboran frente a un ordenador o luchan contra la resistencia a la torca de un tornillo. Para acabar el cuadro, en el ángulo las piernas de una muchacha se muestran insinuantes, se supone que en dirección al frívolo y bigotudo mediterráneo.

Nada excepcional, dada la conocida entrevista, tres años atrás, del periódico alemán Frankfurter Allgemeinen Zeitung en la que el entonces presidente holandés del Eurogrupo Jeroen Dijsselbloem: "Como socialdemócrata atribuyo a la solidaridad una importancia excepcional. Pero el que la solicita tiene también obligaciones. Uno no puede gastarse todo el dinero en copas y mujeres y luego pedir que se le ayude".

"Esa mezquindad recurrente amenaza el futuro de la UE", dijo el primer ministro portugués Costa, tras unas declaraciones del ministro holandés de finanzas Wopke Hoekstra el pasado abril en las que señalaba que antes de liberar fondos europeos para los países afectados por el coronavirus (Italia en primer término) había que investigar en qué esos países habían dilapidado su dinero, en tiempos en los que en Holanda se ahorraba y trabajaba duro… Sin morderse la lengua Costa añadió que esa actitud reiterada (de la cual tales declaraciones eran simplemente un reflejo) resultaba simplemente "repugnante".

El país más calvinista del mundo…con permiso del cantón de Ginebra, dónde la actitud espiritual infiltrada por el calvinismo había evitado la creación de un teatro que el liberal (¿o meramente libertino?) Voltaire, instalado en la ciudad, promocionaba. En cualquier caso el calvinismo tiene viejas historias de reglamentos de cuentas sino con España sí al menos con españoles. Y en el espíritu de todos está un nombre, un verdadero espíritu universal, víctima de un ignominioso trato por parte del calvinismo: que al hilo de estas polémicas tan contemporáneas y quizás menos contingentes u ocasionales de lo que parece. 

Recordaba la historia de la conducción a la pira de Miguel Servet, sugiriendo que se trató de una ignominiosa venganza. Vuelvo ahora sobre los orígenes de la cosa:

Conminado por el reformador a leer su "Institución de la Religión Cristiana" que había publicado en 1536, Servet le devuelve el ejemplar plagado de notas críticas. Despechado, en una carta a William Farel, fechada el 13 de febrero de 1516, Calvino afirma que si el díscolo ponía algún día los pies en Ginebra, por poco que su autoridad tuviera algún valor, haría que no saliera vivo ("si venerit, modo valeat mea autoritas, vivum exire nunquam patiar").

Así pues en el juicio de Ginebra había razones no exclusivamente teológicas para pedir la cabeza de Servet. Esta animadversión de Calvino no hizo a Servet más simpático ante la jerarquía católica, que incluso le acusa precisamente de haber mantenido correspondencia con el reformador. 

En el juicio que le llevó a la hoguera, el pensador aragonés nunca se doblegó. Acusó al propio Calvino y pidió que éste fuera detenido y sometido a la prueba del interrogatorio al igual que él. En su demanda, Servet esgrimía la propia legalidad reformadora, a la cual Calvino se sustrajo mediante el expediente de que la denuncia la presentara Nicolas Lafontaine en lugar de él mismo. En general, a lo largo de las sesiones, el rigor jurídico que Servet esgrimió en su propio defensa (no le fue concedida la ayuda de un procurador) se sostuvo en todo momento en la reivindicación de sus convicciones. 

La agonía de Servet se prolongó cruelmente, al parecer por humedad de los maderos. A lo largo de la misma fue inútilmente conminado a repudiar sus tesis. "A regañadientes hubieras aceptado que te concediera la vida", hubiera podido decir Calvino (emulando a Cesar al enterarse del final trágico del filósofo estoico Catón el Joven) ante el valor de quien le había acusado de perjuro, de fallar a la propia legalidad que proclamaba, y en último extremo de cobardía.

A diferencia de lo que ocurría en mis años de estudiante no hay ya consenso sobre la tesis de Max Weber relativa al lazo entre el Protestantismo y el espíritu del capitalismo; pero si hay al menos un punto de general acuerdo: Calvino cuenta entre los primeros que justifican teológicamente la práctica de esa forma de acumulación de riqueza consistente en prestar dinero con intereses. Esos intereses que se le exigían a la exhausta Grecia en el momento álgido de la anterior crisis. 

Los intereses pueden rozar la usura, acercarse al cero o ser incluso negativos, pero lo que no parece tener sentido en un espíritu calvinista es simplemente que la noción de interés desaparezca, es decir que haya asunción colectiva de una deficiencia que no te afecta directamente, ya sea provocada por una calamidad de la naturaleza. No andamos lejos de la exigencia holandesa de que el reparto de los llamados "fondos de recuperación" se realice bajo la condición de retorno de cheques a los contribuyentes netos de Europa es decir, Dinamarca, Austria, Suecia, Alemania y naturalmente Holanda (antes de recibir a Sanchez el pasado lunes 13 el primer ministro holandés Mark Rutter avanzaba que "España ha de buscar una solución dentro del país, no en Europa", y por si alguien dudaba explicitó que él "no está hecho de plastilina" y no se dejaría presionar"). 

Como antes recordaba, los calvinistas tienen a gala ser personas de convicciones firmes, o sea dispuestos a no sacrificar la ortodoxia. Las páginas económicas de periódicos reputados suelen señalar de vez en cuando que un sistema difícil de entender para los legos permite a las grandes multinacionales ahorrar miles de millones de euros que deberían ser incorporados a las arcas de numerosos países (España o Italia entre ellos), canalizando sus beneficios a través de Holanda. Este comportamiento no impedirá acceder al reino de los cielos, bien al contrario:
"Siervo ruin y perezoso, sabías que yo cosecho dónde no sembré y recojo dónde no esparcí. Debías pues haber entregado mi dinero a los banqueros, y así al volver yo habría cobrado lo mío con los intereses. ¡Quitadle pues su talento y dádselo al que tiene los diez talentos! Porque al que tiene le será dado y le sobrará, pero al que no tiene aun lo que tiene le será arrancado. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas exteriores. Y allí será el llanto y el crujir de dientes" (Mateo 25, 14-30).

profile avatar

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

Obras asociadas
Close Menu