Víctor Gómez Pin
Tarea del filósofo es reflexionar sobre los presupuestos que regulan el discurrir cotidiano relativo a cosas físicas o no físicas, pero también los principios que regulan el lazo empírico con las primeras, y en ambos casos necesita por así decirlo una incidencia, proceda esta de los hechos o de un discurso. En lo que concierne a la localidad y demás principios ontológicos de los que en estas columnas me he venido ocupando, la física cuántica ha procurado tal incidencia.
Al final de la columna anterior, m e refería de pasada al hegeliano "reino de sombras", es decir al movimiento interno de las ideas que, según la metáfora del pensador alemán, constituyen "la esencia eterna de Dios antes de la creación de la naturaleza y de un espíritu finito". Con punto de arranque en la ciencia, y más concretamente en la física, la reflexión sobre las últimas determinaciones conceptuales no está sometida a la exigencia de consistencia y al tipo de rigor que caracterizan a la física; de ahí su carácter esencialmente especulativo (1). Pero tratándose de las precisas determinaciones conceptuales de las que principalmente aquí se trata, la física cuántica es el soporte. De ahí la conveniencia de que el lector haga el esfuerzo para una introducción básica a la disciplina; lo cual alimentaría por así decirlo sus alforjas como filósofo, filósofo en el sentido más genérico y a la vez fundamental de la palabra: aquel ser de razón que se pregunta si realmente él es exclusivamente un individuo de una especie meramente natural. Pues "la pregunta fundamental de la filosofía", que Albert Camus veía en la interrogación del hombre sobre el peso de la vida humana y la inconveniencia de seguir viviendo, debe quizás más bien ser buscada en la interrogación sobre si la naturaleza constituye o no el último fundamento.
(1)
El evocar la hegeliana Ciencia de la Lógica me da ocasión de ilustrar lo que estoy exponiendo con un ejemplo: Un momento fundamental de la arquitectura de esta obra es la categoría de medida considerada unión de la cantidad y de la cualidad. Pues bien, en una larguísima nota (una suerte de paréntesis en el despliegue especulativo) Hegel procede a un estudio de la significación del cálculo diferencial y concretamente de la fórmula de la derivada. ¿En razón de que? Pues simplemente, en razón de que esta disciplina daría testimonio científico de esa paradójica unidad de la cualidad y la cantidad ( a su juicio inaprehensible por el entendimiento) : en la fracción dy/dx, ni el numerador ni el denominador son números… pero su relación sí es un número. Cierto es que en los años cincuenta del pasado siglo el llamado Analysis no standard mostró que dy y dx pueden ser interpretados como números efectivamente infinitesimales, pero tal no era el caso en la matemática del tiempo de Hegel . Cabría de alguna manera decir que Hegel encuentra en la ciencia una paradójica relación cualitativa que se expresa cuantitativamente, la recupera como categoría de medida y la despliega especulativamente como momento clave en el devenir de las determinaciones conceptuales.