Víctor Gómez Pin
¿Por qué la música nos motiva?, se pregunta Steven Mithen en un libro que lleva el prometedor título de The Singing Nearderthals. The origens of Music, Language, Mind and Body (Hardcover: New York, 2005)
En un sabroso comentario al libro, el filósofo Jerry Fodor expresa la siguiente decepción: "Hubiera pensado que la manera natural de entender la pregunta: ¿qué pasa con la música que es tan buena? (What’s so good about music?) Sería: ¿Qué hay en la música para que resulte algo tan bueno? (What is it about music that’s so good?). Sin embargo, Mithen entiende la pregunta teleológicamente, en la forma: ¿para qué es buena la música?"( Jerry Fodor, "Give me that juicy bit over there" London Review of Books, 6 October 2005)
La última pregunta conduce casi inevitablemente a consideraciones utilitaristas: aspectos de la vida humana vinculados esencialmente a imperativos de subsistencia individuales o específicos y que -como decía- a priori nada tendrían que ver con la música, resulta que encuentran en ésta un auxiliar.
Steven Mithen tiene una concepción universalista del hecho musical, sustentada cuando menos en la constatación de que, por alejadas que se hallen históricamente y geográficamente dos culturas, ambas tienen en común la presencia (en sus ritos como en su existencia cotidiana) de algún tipo de música. De la tesis universalista se pasa con toda lógica a la tesis innatista: la capacidad de producción y recepción de la música estaría inserta en nuestros genes (como para ciertos herederos de las teorías de la Gramática Generativa lo está el lenguaje); sería, en consecuencia, parte integrante de nuestra naturaleza.
Obviamente esta tesis nada tiene a priori que ver con una posición pragmatista respecto a la música. Esta posición puede surgir, sin embargo, como resultado de la interrogación sobre la causa o razón de ser de un rasgo innato. Al respecto no hay más que dos actitudes: o bien se describe la estructura innata a la que la facultad de percepción o creación musical se reduciría, es decir, se da cuenta en términos de lo que Aristóteles llamaba causa formal; o bien se busca una causa final, y entonces se explica la cosa en términos de adaptación.