Víctor Gómez Pin
Los grandes libros tienen a juicio de Proust un papel a la vez esencial y limitado: esencial por la potencialidad de servir de peldaño; limitado porque, invitándonos a una confrontación inevitablemente en solitario, nada pueden hacer por aquel que no esté dispuesto a ahondar en sí mismo. La lectura nos conduce al brocal de nuestra fuente interior, pero no puede reemplazar el gesto de sondearla y descender lúcidamente a ella. De hecho, para el que tiene un respeto por la verdad pero que la concibe como un fetiche exterior en razón de que, pusilánime, no entrevé la posibilidad de que esta verdad se encuentre en sí mismo, la literatura juega incluso un papel pernicioso:
"Mientras la lectura sea para nosotros la iniciadora cuyas llaves mágicas nos abren en nuestro interior la puerta de estancias a las que no hubiéramos sabido llegar solos, su papel en nuestra vida es saludable. Se convierte en peligroso por el contrario cuando, en lugar de despertarnos a la vida personal del espíritu, la lectura tiende a suplantarla, cuando la verdad se presenta…como algo material, abandonado entre las hojas de los libros, como un fruto madurado por otros y que no tenemos más que molestarnos en tomarlo de los estantes de las bibliotecas para saborearlo a continuación pasivamente, en una perfecta armonía de cuerpo y mente." (p. 43.)