Víctor Gómez Pin
Me estaba ocupando de problemas ontológicos vinculados a la filosofía de la naturaleza. Pero ya había avanzado que se darán saltos de un tipo de problemas a otro tipo, en función obviamente de lo que en algún momento parezca más apremiante, pero también para dar mayor variedad al conjunto. Hoy me adentro en el terreno (ya al principio evocado) de la política, con la intención por supuesto de volver pronto al terreno de la filosofía de la naturaleza.
Es hoy usual dar de cultura una definición tan genérica que prácticamente el hecho de que un pájaro aprenda a "cantar" por mediación del canto de los otros pájaros, convertiría a tal animal en un ser cultivado. Cultura es, en efecto, según esta perspectiva, todo aquello para lo cual estamos genéticamente capacitados, pero que no podemos actualizar sin la mediación por los demás. Ejemplo de cultura (y en la perspectiva de ciertos etólogos contemporáneos, sólo un ejemplo más) sería el aprendizaje de la lengua materna por parte de un niño. Genéticamente está capacitado para actualizar una lengua, pero sin la mediación de madre, padre, educadores y en general, la sociedad, esta actualización no se daría. En suma, no hay ser humano salvaje Este asunto se vincula al problema de la extensión a especies diferentes de la humana de otros conceptos clave:
Aristóteles definía al hombre como animal racional, mas también como animal político. No es ocioso enfatizar que se trata de un rasgo específico del ser humano. Si hay otros animales políticos, deja de ser una característica definitoria. El asunto tiene su importancia en un momento en el cual es usual oír hablar de sociedades animales que tendrían características análogas a la nuestra. Sociedades donde existirían jerarquías y sistemas de valores y de las cuales la lobuna sería ejemplo emblemático.
Esta extensión a las sociedades animales de rasgos que hasta ahora considerábamos exclusivos de las sociedades humanas tiene, obviamente, enormes implicaciones. Concretamente, la política dejaría de ser aquello en lo que debemos realizarnos, precisamente para actualizar nuestra condición. Pues si la política es algo que concierne a múltiples especies, entonces no es en la cancha de la política donde se dirime lo específico del hombre.
Pues bien, la banalización de conceptos como cultura y política, su extensión a multiplicidad de especies animales tiene quizás algo que ver con el hecho de que no se den las condiciones sociales de posibilidad de una política digna de tal nombre, y en consecuencia se haya perdido el sentimiento del intrínseco lazo entre política y realización del individuo.