Víctor Gómez Pin
La erudición (o al menos cierta forma social de ella) lejos de acercar a la lucidez tapona el camino de acceso y con ello la condición de posibilidad de la creación. Mas la figura vacua del erudito es en la perspectiva de la Recherche menos lastimera que la de un segundo personaje, el cual, no obstante, parece haberse acercado en mayor medida al acto creador. Me refiero al artista absurdamente calificado de «comprometido», ya que precisamente su «trabajo» constituye el paradigma de un «arte» en el que nada se expone, nada se trasciende y que nada fertiliza. El narrador es, a este respecto, una vez más implacable: «La idea de un arte popular, como de un arte patriótico, aun-que no hubiera sido peligrosa, me parecía ridícula» (La Pléiade 3, 888). Idea sustentada a la vez en una impotencia creadora y en una ignorancia de la verdadera condición espiritual de las clases sociales. De hecho sólo porque participa de los prejuicios que respecto al «pueblo» poseen las clases «superiores» y eruditas, intenta el escritor sacrificar las exigencias de la forma; pues iletrados en el sentido radical son aquellos para los cuales la palabra es mercancía y pretexto, y no tanto los que no saben leer: «a este respecto, un arte popular en su forma se destinaría más bien a los miembros del Jockey que a los de la Confederación General del trabajo» (ídem). Y ante los que pretenden que la complejidad de escritura de un Bergotte es tan sólo apta para mundanos, gens du monde, el narrador objetará que se hace así a tales gentes «un honor inmerecido.» (893.)